Es una buena película. Esa sería le respuesta más sencilla a la pregunta formulada en el título. ¿Pero hay algo más (o menos) en la cinta de Ben Affleck? Algunas de las razones por las que una película goza de éxito entre crítica y público a menudo permanecen en penumbra. Argo ha triunfado en los Premios Bafta y en este mismo blog podéis leer una crítica de la cinta realizada por José Antonio. Gran parte del público elogia su ritmo, originalidad, fotografía, y el hecho de ser una película entretenida.
En otros casos, ya se ve a Affleck como el sucesor más digno de Eastwood y se incluye a Argo como uno de los mejores referentes del cine neoclásico estadounidense. Todo, palabras mayores. ¿Merece tantos elogios este film? ¿Y si gana el Oscar a mejor película?
Vayamos por partes. La calidad artística y el premio, a menudo, no es causa-efecto. El Discurso del Rey o Una Menta Maravillosa ganaron el Oscar a mejor película en la última década, por poner dos ejemplos. No es necesario extenderse mucho en este sentido. Los valores que se premian en la gran noche del cine (estadounidense) van más allá de la calidad artística de las películas.
Argo puede suponer para la industria cinematográfica norteamericana un soplo de aire fresco a corto plazo. La última década ha estado plagada de guiones que criticaban con mayor o menor dureza algunas de las prácticas políticas, económicas o sociales del gigante de las barras y estrellas. La película de Ben Affleck reivindica (legítimamente) el éxito de una acción de espionaje de la CIA. Es un contrapunto (político) aplaudido desde la comunidad cinematográfica estadounidense y desde otras muchas. “Ya hemos buscado el enemigo dentro de nosotros durante mucho tiempo, hemos aprendido (o no), volvamos a enarbolar orgullosos nuestra bandera”.
Argo es una película entretenida, bastante bien rodada, con ciertos momentos de tensión (el inicio, especialmente). Una cinta que recupera el cine de espionaje más lúdico. Pero Argo también es, a mi modo de ver, un film con graves carencias, concesiones al peor cine comercial y trampas argumentales demasiados visibles.
Ben Affleck es mal actor. No tiene carisma alguno. La sub trama sentimental del protagonista con su familia está metida con calzador y molesta. La historia real, a media que avanza el metraje, se desfigura en exceso cayendo en los lugares comunes y las tretas argumentales para mantener la tensión hasta desembocar, finalmente, en esa persecución de coches y avión al más puro Equipo A. Y como anticlímax un dulce reencuentro familiar con bandera americana ondeando.
Todo ello adobado con una reivindicación de la industria de Hollywood y su capacidad para colaborar con el Gobierno sin esperar nada a cambio (¡)… Y es que Affleck tal vez haya pecado de oportunista. Ha hecho muchos amigos en esta película y los enemigos están a muchos kilómetros de distancia…
Estados Unidos quiere pasar página. Necesitan sentirse, de nuevo, orgullosos de sí mismo. (Un buen momento, con Obama en el poder… ¿O no?) Para ello, son imprescindibles algunos enemigos de la libertad. Esta película parece recordar a los más olvidadizos porque Irán es miembro de honor del Eje del Mal. Por si las moscas. El orgullo patriótico en el cine puede dejar sensaciones amargas. Sea en Octubre o en Argo. Con la diferencia de que la cinta de Affleck no aporta nada más (ni menos) a la historia del cine que un par de horas de moderada diversión reinterpretando varias de las enseñanzas del mejor cine de espionaje.
Mucho nos tememos que esta película, tras la euforia inicial, quedará en pocos años en un segundo plano. Por supuesto, también podemos estar equivocados…
Edición tras la ceremonia de los Oscars:
Y Michelle Obama introduciendo el Oscar a mejor película… No tengo más preguntas, señoría… 🙂
Si con el triunfo de Argo logramos que Ben Affleck se quede para siempre en el otro lado de la cámara, firmo para que le den el Oscar.