Los inicios del cine tuvieron en Alemania un eje fundamental. En esas tierras surgieron varias de las tendencias cinematográficas más populares de las primeras décadas de siglo. Entre ellas, el cine gótico y de terror fue de un enorme atractivo. Los espectadores se sintieron cautivados por ese universo onírico, oscuro y amenazante de las primeras imágenes en movimiento. Der Student von Prag fue una de las primeras aportaciones a este género.
Y es que esta cinta dirigida por Stellan Rye y Paul Wegener apareció en 1913, varios años antes que Nosferatu de Murnau o Metroplis de Fritz Lang. Wegener entraría en la historia del cine con todos los honores con sus películas sobre la mítica figura del Golem. Pero años antes se embarcó en el proyecto de El Estudiante de Praga.
Para entender los presupuestos estéticos de esta historia hay que viajar a las primeras décadas de siglo en Alemania. Por aquellos tiempos, el Imperio Alemán era una potencia de Europa Central y Prusia actuaba como líder de este Estado. La I Guerra Mundial estaba a punto de estallar y cambiar para siempre la organización política alemana iniciando una época convulsa que pasaría por la República de Weimar y la posterior llegada de Hitler al poder.
A nivel artístico eran años de explosión expresionista en literatura y artes plásticas. La complejidad política y social se traducía en un arte desgarrado, deformado y de gran potencia visual que miraba hacia el interior del individuo para expresar sus conflictos y obsesiones. El Estudiante de Praga es una de las primeras referencias de ese expresionismo visual llevado al cine.
La cinta toma también referencias al mito de Fausto y crea una historia sencilla y no demasiado original en la que un estudiante se enamora de una condesa. No pudiendo acercarse a ella por el diferente status social, hace acto de presencia Scapinelli, un anciano que le ofrece un extraño trato: mucho dinero a cambio de su imagen en el espejo. A partir de ahí se desarrolla una historia que acude al clásico de Goethe: el alma perdida, la ambición, el destino trágico del ser humano, etc.
Lo más interesante de esta película son las prefiguraciones de elementos expresionistas posteriores que veremos en El Gabinete del Doctor Caligari o las cintas de Murnau. La técnica aun no está dominada, los movimientos de cámara son mínimos y la historia transcurre sin demasiados sobresaltos, pero los detalles de El Estudiante de Praga, especialmente su final, encumbran a este film como uno de las referentes del primer expresionismo alemán. Y es que este año, Der Student von Prag cumple nada menos que un siglo.