Corren buenos tiempos para el cine francés. Cada año, desde el país vecino se facturan una docena de películas que son absolutas joyas. Lo cierto es que en estos momentos, en proporción a las cintas que se producen en Francia, probablemente sea la industria en mejor estado de forma del planeta. Cintas brillantes como “La clase” (Laurent Cantent, 2008) o “Un profeta” (Jacques Audiard, 2009) son dignas representaciones de la calidad y riqueza del trabajo más allá de los Pirineos. Pero no solo se logra ya la intensidad social que impregna al cine europeo, sino que también se producen absolutos bombazos de taquilla como “Bienvenidos al Norte” (Dany Boon, 2008) o la reciente “Intocable” (Olivier Nakeche y Eric Toledano, 2011) que no en vano es la película de habla no inglesa más taquillera de todos los tiempos. Lo único que le faltaba a Francia era lograr que un equipo íntegramente francés obtuviese el reconocimiento absoluto de Hollywood, lo que consiguió en 2012 gracias a “The Artist”. Nada menos que cinco premios de la Academia para Francia, incluidos mejor película, mejor actor y mejor director. Pero el mundo sigue, y el cine no para. Con “El nombre”, Francia continua haciendo cine del bueno con una obra imprescindible.
Alexandre de La Parellière y Mathieu Delaporte escriben y dirigen una cinta casi teatral cargada de humor y mala leche. El tándem de realizadores unen en la obra un conjunto de personajes cliché: un ligón triunfador (rico y de derechas), una mujer atractiva con apariencia frívola, un intelectual izquierdista ajeno a la realidad, una abnegada esposa y un amigo homosexual. Pero en la película nadie es lo que parece. La Parellière y Delaporte dinamitan todo prejuicio y convención social en una cena entre los protagonistas que dará la vuelta a cualquier idea preconcebida sobre los personajes y las situaciones. Con una acidez capaz de quemar el paladar, la elección del nombre para un bebé destapará la caja de los truenos y abrirá las viejas heridas de muchos años de relación entre los cinco.
A sus cuarenta años Vincent, todo un triunfador, va a ser padre por vez primera. Invitado a cenar a casa de Elizabeth y Pierre (su hermana y su cuñado), se encuentra con Claude, un amigo de la infancia de infinita sensibilidad. Mientras esperan a Anna, la joven esposa de Vincent, los presentes aprovechan el agradable clima para hacerle preguntas al futuro padre sobre el bebé. Pero cuando le preguntan si ya ha elegido nombre para el niño, su respuesta provoca el caos, en la que se convertirá en una cena legendaria.
La sutileza mostrada en los primeros minutos de la cinta van mutando al mismo ritmo que lo hacen los protagonistas. Partiendo de un principio donde las apariencias están cuidadas hasta el último detalle, las cosas se van calentando con un pequeño detonante. Una chispa es capaz de arrasar en un instante el buen ambiente fingido para convertir a un producto amable en una tragicomedia deliciosa. Los personajes pasan a convertirse en personas de carne y hueso como lo hacían los cuatro protagonistas de la última cinta de Roman Polanski “Un Dios Salvaje”, obra con la que guarda grandes similitudes, tanto argumentales, como estéticas y estructurales. Como en aquella ocasión, la película llega a un momento en el que continuar ya no tiene sentido. La realidad alcanzada a mitad del metraje empieza a perderse en un disparate emocional con un exceso de teatralidad. Es el momento de cortar y quedarse con lo bueno. Por suerte, los directores ven cómo el clímax está a punto de írseles de las manos, de modo que dan por finalizado este ejercicio de realidad hiperbolizada rebajando el tono hasta el inicial.
“El nombre” es nuestro DVD de la semana porque le sobran argumentos para hacerles disfrutar durante ciento nueve minutos como viene haciendo el cine francés en los últimos años. Si no la han visto todavía, tienen que ponerle solución inmediatamente. No se arrepentirán.
