Ingmar Bergman (Parte I)
Ingmar Bergman (Parte II)
Gritos y susurros (1972): La transición entre las dos décadas no fue del todo fácil para Ingmar Bergman. Tras alcanzar el cenit de su obra cinematográfica en los 60, el director sueco continúa explorando nuevos temas para sus películas. En Gritos y susurros le toca a la muerte, una de las temáticas que comienza a obsesionar a un hombre que ya pasa de los 50 años. Pero esta película aporta otras novedades, algunas de ellas no del todo positivas.
Es una de las pocas ocasiones en la trayectoria de Bergman en la que actuará también como productor. Se juega su dinero y por ello tal vez cambia algunos de sus patrones habituales. Gritos y susurros es ya una película en color en la que se cuida al máximo el diseño de vestuario y la localización. Un cierto manierismo tiñe el aspecto estético de la película alejándola de la sobriedad de su cine de los 60.
Cuatro hermanas pasan una temporada en una mansión a principios de los años 20. Sus rivalidades son ensombrecidas por la enfermedad del personaje que interpreta Harriet Anderson. Además, Bergman incluye un personaje bondadoso y devoto, el de la sirvienta, poco habitual en su cine. Gritos y susurros es una película original en la trayectoria de Bergman que incluye escenas de gran impacto como la automutilación de Ingrid Thulin. Oscar a la mejor fotografía para el excepcional Sven Nykvist.
Sonata de otoño (1978): Saltamos varios años para llegar a otro de las piezas de cámara más importantes de la última época del director escandinavo. Para esta película cuenta con una actriz de gran renombre internacional, algo casi inaudito en su trayectoria. Normalmente, Bergman convertía en estrellas a sus actores, caso de Max von Sydow o Liv Ullman. En este caso es una estrella la que acude a Ingmar. Se trata de Ingrid Bergman. La actriz de Casablanca no lo tuvo fácil con su compatriota. Acostumbrada a otro tipo de de cine, a pesar de sus trabajos con su pareja Roberto Rosselinni, sufrió para lograr el pulso adecuado para su personaje.
Sonata de otoño vuelve a abordar las complejas relaciones familiares. En este caso de una madre pianista de renombre que se encuentra con sus hijas, una de ellas con una grave enfermedad tras varios años de separación. De nuevo Bergman se desata con momentos de gran tensión dramática, especialmente en la larga conversación madre-hija que se convierte en una sangría de puñaladas y ajustes de cuentas.
De la vida de las marionetas (1980): Cuando ya parecía que Bergman se acercaba al final de su carrera y no tenía mucho más que ofrecer llega esta cinta rodada en Alemania. El cineasta sueco había tenido graves problemas con el fisco de su país lo que le obligó a emigrar durante una temporada al país germano. Fue un suceso fundamental en la trayectoria vital de Bergman ya que le ocasionó una profunda depresión a pesar de que al final se solucionó favorablemente para sus intereses.
Tras la decepcionante El huevo de la serpiente (1977) vuelve a rodar en Alemania. De la vida de las marionetas recupera al mejor Bergman de los 60. Peter Egermann es un empresario de éxito que comienza a tener turbadores sueños. Acude a un amigo especialista que no consigue aplacar su temor. Su mujer, una célebre diseñadora de moda, es el centro de sus obsesiones.
Fidelidad, sexo, tedio y locura envuelven De la vida de las marionetas que ya en su título ofrece varias claves para su interpretación. Bergman afila su discurso y alcanza una de las cimas de su carrera. Al director sueco aun le sobraba lucidez. Y huevos.
Fanny y Alexander (1982): Con 64 años, Bergman considera que tiene que cerrar un ciclo. Y para ello se embarca en el proyecto más ambicioso y caro de su carrera. Fanny y Alexander será un gran fresco autobiográfico diseñado como el corolario de su trayectoria artística. Cuenta la historia de una familia de la burguesía sueca vinculada al teatro. Y a la religión. Son dos de los elementos fundamentales de su vida. No es, ni de lejos, la mejor película de Bergman, pero el hecho de que se anunció como su último proyecto para el cine ayudó a que se llevase muchos premios y críticas entusiastas. 4 Oscars, incluyendo mejor película extranjera.
El desarrollo de Fanny y Alexander, a pesar del talento innegable de Bergman para la narración cinematográfica, puede resultar algo pesado. Son más de 3 horas en su versión definitiva, aunque llegó a tener 5 en un montaje previo. Pero Bergman puede retirarse del cine por todo lo alto y concentrarse en el teatro y los telefilmes.
Secretos de un matrimonio (1973) / Saraband (2003): Saraband sería la última y prodigiosa película para televisión de Bergman. Es la continuación de Secretos de un matrimonio, una de las aportaciones más célebres del sueco al séptimo arte. Se trata de una de los análisis más lúcidos de la vida en pareja llevados a la gran pantalla. Ingmar Bergman era un vampiro que no solo se alimentaba de las vivencias de amigos y conocidos, sino que, principalmente, se nutría de su propia experiencia vital.
Secretos de un matrimonio es una caricia y una bofetada, un beso y una humillación. “El matrimonio es la sólida base del infierno” decía con sorna Satanás en El ojo del diablo (1961). Una década más tarde, Bergman dedica casi 3 horas a explorar los límites de las relaciones humanas más íntimas. Y lo hace con desoladora transparencia.
Con 85 años, el director sueco acudió de nuevo al estudio para cerrar la historia de la pareja formada por Liv Ullman y Erland Josephson en Saraband. Fue la última visita de Bergman a ese cuarto oscuro del alma que su cine logró iluminar para la eternidad.