“El tiempo entre costuras” ha sido una acertada apuesta de Antena 3 para las series de cosecha propia. No me fío especialmente de sus cortinillas anunciando que ha sido el mejor estreno de la cadena en cuestión durante estos últimos ocho años; ¿cuándo no anuncian que algo nuevo no ha sido bien acogido? Sin embargo, esta vez, por los comentarios que he escuchado , parece que ha cumplido en serio y que ha superado sus propias expectativas.
Crítica de “El tiempo entre costuras” (desde la perspectiva de un NO lector)
No he leído el libro. No he leído ninguno de María Dueñas. No tengo nada en su contra, pero la pila de lecturas pendientes es impresionante y las historias de amor no suelen conseguir ninguna clase de prioridad, así que, a pesar de las numerosas recomendaciones, no lo tuve en cuenta para el verano y ahí se ha quedado. Tampoco, reconozco, vi la serie el lunes de su estreno. La vi más tarde y por otras vías. No tenía ninguna idea preconcebida al respecto, no tuve que sacar la lupa para no perder detalle de la adaptación, sino que, simplemente, me senté y me propuse disfrutarla.
Lo primero que noté es la cuidada ambientación y la bonita fotografía. Estos dos aspectos dejan atrás el halo cutre y roñoso de otras producciones, que aunque han invertido dinero en el aspecto y se han preocupado por arreglar los escenarios, no han sabido dar una impresión más allá de, precisamente, ser un set de rodaje rayano al teatro. Y no tengo nada en contra del teatro, de verdad, pero cuando nos venden un producto no se puede escatimar en la imagen que da: eso nos ofrece una idea de lo en serio que se toma a sí mismo -cómo se ha puesto de moda decir esto- el proyecto y “El tiempo entre costuras” no admite bromas. Suscribo esas palabras que afirman que se trata de un salto cualitativo en la ficción Española. Antena 3 puede anotarse un tanto.
El vestuario se suma y aunque no nos hacen el despliegue de lujo que otras series internacionales ostentan, sí que transmite una agradable sensación de armonía con lo que aparece en pantalla. Es una parte más de las que suman para arrojar el espectacular resultado de la fotografía de “El tiempo entre costuras”. También tiene un toque cercano por el resurgimiento que está experimentando la moda vintage gracias a nuestros modernos más fervientes. A decir verdad, no me gustan las modas, pero con ésta soy más tolerante.
En cuanto a la historia, éste ha sido el primer capítulo de los 11 que se han preparado para la adaptación. No sé si son muchos o pocos, si van a tener que inventar, pulir o desechar material en pos de quedarse con la esencia de la historia. De momento, puedo decir que es perfectamente comprensible y fácil de seguir para aquellos que no se han leído “El tiempo entre costuras”. Sira Quiroga es la hija de una costurera que aprende a trabajar las telas desde pequeña. Todo apunta a que va a tener una vida convencional; sus amigas le presentan a un muchacho en una verbena, se enamoran y deciden casarse porque ambos van a tener un futuro estable y monótonos con trabajos públicos. Sin embargo, Sira, que está deseando cualquier excusa para cambiar su destino, se deja seducir por el macho viril de pobladas cejas, Ramiro, el gerente de una tienda de máquinas de escribir. Con unos dedos tan experimentados, su otro noviete tiene poco que hacer y Sira cede a la pasión. Pero esto tiene un castigo y es que Ramiro, además de ser un galán en toda guerra, es un cabrón.
Hasta aquí no hay muchas novedades respecto a otros argumentos: Sira es hija de un ricachón que le cede una fortuna considerable para la época, Sira se enamora de un hombre que no le conviene, Sira se queda sola en una ciudad que no conoce, sin una peseta y con un posible embarazo. No importa cuántas veces nos cuenten esta historia: lo importante es que el autor -autora en este caso- lo haga tan bien que parezca que sea la primera vez. El argumento, por ahora, digamos que no suma ni resta ningún punto.
Pero no todo es bueno en “El tiempo entre costuras”. Aún hay algo en lo que todavía suspenden -o aprueban muy por los pelos- nuestros actores: y es que, en vez de actuar, recitan. Se aprenden el papel y lo sueltan. No lo hacen suyo, no son Sira, Ramiro, o Ignacio, sino Adriana Ugarte haciendo de Sira, Rubén Cortada haciendo de Ramiro y Raúl Arévalo haciendo de Ignacio.
Por algo se empieza y que sigan así, que sigan así.
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charmant
replique sac a main