Argumento: Corre el año 180 y el Imperio Romano se encuentra en pleno apogeo. Sus banderas se alzan a lo largo de todo el mundo conocido. Tras una nueva victoria sobre las tropas bárbaras, el anciano emperador Marco Aurelio (Richard Harris) se desplaza hasta el norte para reunirse con su valerosa legión. Allí el bravo general Máximo (Russell Crowe) se eleva como referente de las tropas y del pueblo romano. Su valor y su lealtad al Imperio no admiten comparación. Por todo ello, la intención del emperador es transferir el poder a sus manos. Maximo se convertirá así en el nuevo líder del pueblo romano.
El problema es que Cómodo (Joaquin Phoenix), el hijo del Emperador también aspiraba al trono, de manera que al ver frustradas sus opciones opta por acabar con la vida de su padre y de Máximo. Sus planes salen bien con la pequeña salvedad de que Máximo consigue huir y volver a su amada Hispania, donde le aguardan su mujer y su hijo. El antiguo general de los ejércitos romanos ya solo aspira a reencontrarse con su familia y vivir una existencia tranquila, pero lo que encuentra a su llegada no es más que muerte y desolación. El nuevo emperador Cómodo ha ordenado matar a su esposa y a su hijo.
Sin nada que perder, Máximo iniciará un camino solo destinado a encontrar la venganza y lo hará como mejor sabe: esgrimiendo su espada. Esta vez no lo hará bajo estandartes romanos. Lo hará en las arenas del Coliseo como un gladiador. Es la única manera de llegar a Roma. Es la única manera de llegar a Cómodo.
¿Por qué tengo que verla?: La sombra de los Aliens y de los Replicantes es alargada. Cuando tu segunda y tu tercera obra son dos clásicos indiscutibles y referentes dentro de la historia del cine, tienes un auténtico problema. Si no, que se lo pregunten a Ridley Scott que tras firmar “Alien, el octavo pasajero” (1979) y “Blade Runner” (1982) se enfrentaría al agravio comparativo con cada una de sus nuevas cintas. Pese a que el director británico nunca perdió su buen hacer tras las cámaras (véase si no “Thelma y Louise”), no lograría cerrar la boca a todos sus detractores hasta el año 2.000, cuando firmaba la brillante cinta que hoy nos ocupa. “Gladiator” se alzaba con el Premio de la Academia a la mejor película y, sobre todo conquistaba al público de manera incomparable, convirtiéndose desde su estreno en referente cinematográfico para toda una generación.
Pasión es estado puro, “Gladiator” devolvía también a la cresta al “Péplum”, un género perdido tiempo atrás. El pulso de Scott unido a las magníficas interpretaciones de Crowe y Phoenix dan como resultado una cinta plagada de amores, traiciones, honor y todos los ingredientes necesarios para encadenarnos a la butaca durante 150 minutos. Todo fluye con sencillez y solemnidad en una cinta que nunca nos cansaremos de ver.
La secuencia: “Mi nombre es Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del Norte, general de las legiones medias, fiel servidor del verdadero emperador, Marco Aurelio, padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada y alcanzaré mi venganza, en esta vida o en la próxima.” ¡Ahí es nada!