Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia, El puente sobre el río Kwai… No está mal, ¿verdad? David Lean (1908 – 1991) tiene en su haber varias de las cintas más populares de la historia del cine. Pero el cineasta británico fraguó su carrera a fuego lento en los años 40 con joyas como Breve Encuentro o Cadenas rotas, esta última una de las mejores adaptaciones del clásico de Dickens Grandes esperanzas. Pero David Lean también tuvo sus fracasos. Benditos fracasos como La hija de Ryan…
¡Qué playa! El arranque de Ryan’s Daughter muestra uno de los elementos catalizadores de la historia: la naturaleza. La belleza que destilan las imágenes de esta película emociona a cada nuevo visionado. Porque La hija de Ryan es, ante todo, una película bella, estéticamente fascinante. El fotógrafo Freddie Young, también presente en Lawrence de Arabia, se llevó el merecido Oscar a mejor fotografía.
Pero, ¿quién es la hija de Ryan? ¿Y quién es Ryan? Thomas Ryan es el propietario de una taberna en un pequeño pueblo irlandés a principios de siglo XX. Irlanda aun no ha logrado la independencia de Inglaterra, pero esta está muy cerca… Thomas Ryan tiene una hija: Rosy. Al inicio de la historia paseamos con Rosy a través de esa playa infinita. Casi sentimos el viento en el rostro y el salitre en los labios. Rosy, soñadora, lee una novelucha romántica… Pero en su paseo se encuentra con Charles (Robert Mitchum). Sus sueños tendrán que esperar.
El personaje de Rosy Ryan fue interpretado por Sarah Miles cuyo anterior trabajo fue nada menos que Blow-Up de Antonioni. Miles logra inocular a su personaje la ansiedad y el anhelo propio de una joven de pueblo que sueña con otros mundos, otros amores, otros amantes. Ese es el tema central de La hija de Ryan, la lucha de una mujer por no embrutecerse en el ambiente cerrado de una pequeña aldea irlandesa. La escena de la noche de bodas de la pareja Miles – Mitchum anuncia que La hija de Ryan es, además de bella, afilada. Esa es una de las virtudes de la cinta de Lean, la combinación de elementos humorísticos y dramáticos en un entorno estético apabullante.
Por otro lado, Lean y su guionista Robert Bold, marido por aquellas fechas de Sarah Miles, incluyeron un trasfondo político para dar más empaque a la cinta. El rebelde Tim O’Leary aterriza en el pueblo no muy lejos del lugar donde está establecido un destacamento del ejército inglés. Pero, a nuestro juicio, el elemento sustancial de esta cinta es el encuentro de Miles con Randolph Doryan, el oficial cojo y casi desquiciado por la guerra. Dos almas en pena que encuentran en la pasión y el sexo el antídoto momentáneo para sus frustraciones y miedos.
David Lean, uno de los cineastas más perfeccionistas de la historia, quiso construir un poblado en torno a los acantilados de la Península de Lindberg en Irlanda. El autor venía de estrenar en 1965 la exitosa adaptación de Doctor Zhivago y podía permitirse el lujo de construir lo que quisiera. Dicen que hasta los interiores de las casas donde ni siquiera se iba a rodar debían estar habilitados como si fuesen viviendas de verdad, con chimenea y todo. Así era Lean.
El coste de La hija de Ryan se disparó, por supuesto. Y el rodaje en entornos naturales no fue sencillo. El estreno fue acompañado de importantes crítica que aducían un exceso sentimental. No nos olvidemos de que estamos ya en la década de los 70. El cine (y la vida) ha cambiado mucho. El cine mayestático de Lean choca con las propuestas vanguardistas. La hija de Ryan fue considerada un fracaso comercial. Siempre ha permanecido en un segundo plano con respecto a otras cintas más populares del cineasta inglés.
Pero un tal Lars Von Trier se inspiró sin ningún rubor en esta cinta para Rompiendo las olas, hasta el punto de que la siempre notable Emily Watson es casi un calco de Sarah Miles. Pero esto es cine. Lean se inspiró, sin ningún rubor, en el personaje de Madame Bovary…
Y no podemos olvidarnos de citar los excelentes secundarios de la cinta: Trevor Howard, Leo McKern o John Mills, que se llevó el Oscar a mejor actor de reparto. Dicen, por cierto, que buena parte del equipo, especialmente Howard y Mitchum se pasó el largo rodaje bebiendo y fumando marihuana. Pero eso, en el cine, no es noticia.
Lean tardaría más de una década en volver a rodar (la notable Pasaje a la India), escaldado por la crítica y tal vez cansado de los largos rodajes que se convertían en epopeyas, como su cine. Nosotros no nos cansamos de acudir, cada cierto tiempo, a ese pueblo irlandés mecido por la fascinante música de Maurice Jarre…
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