Crítica: “Nueva vida en Nueva York”

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Nota: 6,5

¡Menudos caprichos tiene el mundo! En un pestañeo, lo que antes parecía un equilibrio perfecto se ha transformado, de repente en el más absoluto de los caos. Sin saber cómo, todo está desordenado, cada cosa está fuera de su sitio y tu caminas sin rumbo aturdido en busca del lugar en el que deberías estar. Esa es la entropía que tan incomoda nos resulta al común de los mortales, pero de la que está perdidamente enamorado Cédrick Klapisch. El director y guionista francés lleva dos décadas mostrándonos, de una u otra manera vidas desordenadas y convulsas. Nunca dramas de intensidad superlativa, pero siempre amarguras disimuladas con sonrisas. A cada uno lo suyo: es un maestro del caos…

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“Nueva vida en Nueva York” no solo es su declaración de intenciones más explícita desde el mismo título, sino también una de las cintas más acertadas de Klapisch. La tercera parte de la saga que inició con “Una casa de Locos” y que continuó con “Las Muñecas Rusas” alcanza aquí su punto álgido. Al fin parece revelarse el centro de todos los problemas. Siempre habíamos creído que se trataba de mera inmadurez, pero es sencillamente la indescriptible naturaleza humana. La clave está en coger a un puñado de personas relativamente normales, con sus vidas relativamente felices y relativamente equilibradas, meterlas en un triturador de basura y hacer una película a partir de lo que quede de ellas. Así comienza un viaje de personajes a la deriva. Tiernos, buenos, hipócritas y mentirosos, “Nueva vida en Nueva York” no dedica ni un solo segundo de su metraje a juzgar a sus protagonistas. Son como todo el mundo. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

16La cinta se contonea con gracia mientras acompaña a Xavier (Romain Duris) en su periplo forzado en Nueva York, lejos de su amada París. Divorciado tras un feliz matrimonio, el bueno de Xavier tiene que ver como su mujer se traslada a la ciudad de los rascacielos, llevándose a sus hijos. Incapaz de soportar la ausencia de los pequeños, el hombre aterriza en Nueva York para tratar de comenzar a poner orden en el puzzle chino (título original de la cinta) en que se ha convertido su vida. El problema es que durante algunos momentos, lo que nos parecía un entretenido rompecabezas se convierte en un camino en círculos. Ya le pasaba a sus predecesoras. “Nueva vida en Nueva York” es menos aficionada a los innecesarios rodeos, pero sigue sin prescindir de ellos. Puede que eso no sea un error. Puede que, simplemente la vida sea un constante ir y venir en la búsqueda de lo mismo. Es probable que la sala de máquinas esté más cerca de los pulmones que la nariz. Quiénes somos nosotros para juzgarlo…

Héctor Fernández Cachón