Crítica: “Les doy un año”

Este viernes 12 de septiembre se estrena en nuestras carteleras, entre otros títulos, la comedia británica “Les doy un año“, con un elenco bastante conocido: Rose Byrne (“X-Men: Primera generación”), Anna Faris (saga Scary Movie), Simon Baker (“El Mentalista”) y Rafe Spall (“La vida de Pi”). Mención aparte para el cómico Stephen Merchant. La dirección y el guión corren a cuenta de Dan Mazer.

Crítica de “Les doy un año”

Con el título es fácil imaginar de qué va esta presunta comedia romántica y digo presunta porque, a pesar de cumplir con los clichés del género, no es capaz de provocar una sola carcajada en la hora y media que dura. Por eso, porque está suscrita al género de comida y no ha sembrado ni una roñosa media sonrisa le voy a dar un… 0 (es un cero, no una o). Esta película no vale nada. Quizá os suene pretencioso ser tan rotundo, pero, en mi opinión, tiene una factura penosa.

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Bien, “Les doy un año” trata sobre un matrimonio recién formado cuyos cónyuges son, a primera vista, incompatibles. Nat (Byrne) es una empresaria muy seria, responsable, tradicional que se casa con un escritor (Spall) no muy prolífico ni exitoso que es un inmaduro y tiene al peor amigo del mundo (Merchant). Nadie apuesta por esa relación y hay motivos de peso para hacerlo, pero ellos se embarcan en la curiosa aventura del matrimonio. A partir de esta premisa, se nos promete situaciones ingeniosas y divertidas… ¡pero es todo mentira! El primer golpe en la frente lo recibimos en el mismo discurso que hace el padrino. Esta escena, que está muy vista y se ha convertido casi en un clásico indispensable de las bodas en el cine, marca el declive de “Les doy un año” y ocurre antes del cuarto minuto. Dan Mazer ha caído en su propia trampa y donde ha visto la oportunidad para brindarnos una buena dosis de carcajadas gracias a las irreverentes palabras del padrino pazguato, hay, en realidad, un doloroso espejismo: las risas solo las ve él.

I-Give-it-a-Year-Movie-Review[1]Como he dicho, a partir de ese momento la cosa no mejora y uno, tristemente, se da cuenta del calibre de la bazofia que tiene delante apenas empezar. No da tiempo a camuflar las flaquezas del guión y mucho menos a los personajes bidimensionales que toman la cinta. El personaje de Stephen Merchant resulta, lejos de gracioso, irritantemente estúpido y enojosamente embarazoso, pero no es el único, no. Nos encontramos con los protagonistas de ese año, que se comportan los dos con histerismo hacia sus respectivos lados para que veamos lo diferentes que son. Los secundarios de apoyo, Chloe y Guy, se delatan demasiado pronto, aunque el personaje de Faris tiene un pase porque al menos tuvo una relación anterior con el marido y los rescoldos se avivan. En cualquier caso, ambos catapultan a los protagonistas a escenas muy ridículas y saco dos ejemplos a colación:

1) La cita forzada de Nat y Guy. Él es un norteamericano más sofisticado que la media, eso es lo que quiere dar a entender, y pretende conquistar a Nat con su moderación. ¿Cómo acaba en una sala de juntas ofreciéndole ostras, dos palomas y un violinista?

2) Josh y Chloe comprando ropa interior sexy. Otro punto muy forzado hasta el retorcimiento, pero, de acuerdo, se acepta. Aún así, en vez de sacar partido a la escena, Dan Mazer cree que la comedia se encuentra en mostrar a su personaje como un auténtico idiota. Menudo error.

El final se resuelve de la manera esperada, sin sobresaltos, muy lineal, una cosa que se puede atisbar desde prácticamente los primeros minutos de la película. No importa si “Les doy un año” cumple su profecía, sino lo que pasa en ese año. Más o menos a los nueve meses, la pareja acude a una terapeuta y a través de los flashbacks conocemos cómo han sido los primeros meses del recién estrenado matrimonio. La terapeuta, por cierto, también es asombrosamente patética y no puedo creerme cómo los amigos de Dan Mazer no le pidieron que revisara el guión, que se le estaba yendo de las manos. Su concepto de comedia no es algo gracioso, sino grosero y simple. La mayoría de las bromas tienen una base sexual que resulta aturdidora al pensar que las ha pensado un adulto.

Increíble.

Si podéis evitarla, santo cielo, ¡HACEDLO!