Una innecesaria segunda parte de “The Purge: La noche de las bestias“, película que ya habíamos comentado aquí lamentando su inexistente trasfondo, se ha abierto camino y ha llegado a ser proyectada delante de mis inocentes ojos. Con los errores de su antecesora, tiene los santos [inserte aquí doble apéndice masculino] de presentarse como si la cosa no fuera con ella. Menos mal que no pagué por verla porque me estaría tirando de los pelos hasta ahora.
Anarchy: La noche de las bestias
Si alguien tiene intención de ver esta cinta, probablemente sea porque quiera conocer nuevas y creativas formas de aniquilar a sus semejantes, unas de ellas entre terribles sufrimientos, como diría el Recio, y otras rápidas, pero fatalmente eficaces. Tal vez al estilo de la interminable saga Saw, los potenciales espectadores crean que los guionistas son unos genios del mal y aprovechando que la idea se dejó expuesta en la primera parte, con “Anarchy: la noche de las bestias” darán rienda suelta a su retorcido sadismo y ofrecerán un espectáculo carnicero de esos que provocan heterogéneas interjecciones de asco.
Pero no. Ni eso.
De nuevo, en esta entrega se pasa por alto la oportunidad de indagar en la antropología que encierra “La Purga”; por qué el método es tan eficaz para la reducción de crímenes, cómo afecta esto a las diferentes poblaciones (se da una pincelada), cuáles son los delitos que más se cometen, etc. Es verdad que nadie va al cine a ver un documental (bueno, esto no es del todo cierto, cada vez hay más personas que se animan a ello) y a leer informes, pero no estaría nada mal que nos vendieran la moto con su papeleo correspondiente para que nos creamos mejor todo ese asunto, sino, solo es un contexto inventado para poder hacer un producto de entretenimiento que dure hora y media y traiga beneficios sin quebraderos de cabeza.
En “Anarchy: la noche de las bestias” tenemos tres grupos de personajes que se cruzan en un punto: la madre y la hija pobres, una pareja que se queda tirada y un vengador que es tan valiente y tan hombre que decide aprovechar ese día para saldar la deuda. Resulta difícil empatizar con ellos, pues todos, sin excepción, son ridículamente irritantes, gritones (ese día, nada menos, que es mucho mejor permanecer en silencio) y de tomar decisiones estúpidas.
No todo es malo, desde luego. En esta secuela la acción ya no se centra en una familia (también de estúpidos, como podemos recordar), sino en un grupo de personas. Ya no hay intrusos, la acción sale a la calle. Es un thriller con ritmo, y aunque no te mantiene en vilo ni te hace pegar botes en el asiento, sí hay unos pequeños granos de curiosidad que fermentan. Siempre aparece el interés por saber quiénes del grupo van a sobrevivir y quiénes y cómo la van a palmar. Está claro que en la noche de las bestias alguno de los cinco tiene que dejar el mundo.
Supongo que el no abusar de métodos repugnantes y maléficos para acabar con el prójimo es también un punto a su favor para darle un aire realista y siniestro sin necesidad de recurrir a hombres con mandiles y espeluznantes armas caseras, pero es que como en esta película también se recurre al histrionismo de los malos con esas máscaras, que sí, en esa situación deben acojonar, pero al público de las butacas sencillamente le aburre por lo hortera, pues pensé que podríamos tener una pizca de ingenio más allá de los cuchillos grandes y de las pistolas.
Pero, de nuevo, no.
Lo que sí hay es una subasta. Gente rica pagando para matar ese día a los que no tienen dinero para garantizarse una protección. Vaya. Lo nunca visto. Hombres y mujeres emperifollados con sus mejores galas, tan guapos, tan elegantes, tan bien educados todos ellos que me pareció una falta de respeto no ver una montaña de Ferrero Rocher que avalara su alta cuna monetaria. ¿Ridículo? No, lo siguiente, pero ahí lo dejo, que los spoilers son los enemigos del alma. (Aunque con esta película, ya os digo yo que tampoco molestarán a nadie).
En fin. James DeMonaco dirige también “Anarchy: la noche de las bestias” y se encarga del guión. Podría decirse que esto es cine de autor… a su manera. Para pasar un rato no está mal. No deja de pertenecer al divertido subgénero de las survival horror, pero si alguien quiere algo que se aleje y tome una senda más seria e inteligente, tendrá que buscar por otro camino.
PD: El departamento de diseño de los personajes y su vestuario… ¿por qué recibió el visto bueno?