NOTA: 6,5
Desde hace tiempo, la sociedad se enfrenta a una de las más cruentas realidades de patio trasero. Al otro lado de puertas y ventanas, una cruel enfermedad hace presa de un importante número de individuos de avanzada edad, generalmente. Con discreción y tristeza, los enfermos de Alzheimer y sus familiares conviven con la crueldad implacable del olvido. Las luces se apagan una a una de forma lenta hasta convertir a las personas en meros cuerpos vacíos de información. Es el momento de hincar la rodilla e implorar piedad al implacable tiempo. Es el tiempo de clavar el pie en el suelo y luchar para no morir de pena. Si no, que se lo pregunten a Alice (Julianne Moore). Ella ha sido y es una prestigiosa profesora estudiosa del lenguaje. Apenas acaba de cumplir los cincuenta, pero el mundo tiene una cruel sorpresa reservada para ella.
Con sobriedad y aplomo. Así es el Alzheimer que retrata “Siempre Alice”. Richard Glatzer y Wash Westmoreland toman la novela de Lisa Genova para convertirla en una más que interesante película. Acostumbrados a encontrarnos la versión más cruda de la enfermedad en el cine, no podemos decir que “Siempre Alice” no sea una obra amarga, pero si resulta de lo más gratificante encontrar una historia en la que regodearse en el dolor no es una opción. Cualquier conato de rebelión al respecto resulta dramáticamente sofocado por un grupo de personajes que tratan de asumir las nuevas circunstancias en la medida de lo posible. Especialmente intransigente al respecto es una Alice dedicada plenamente a luchar por mantenerse en la loable línea de lo conmovedor. Esa es la principal bondad de una cinta que, no exenta de emociones intensas, si trata de evitar sentimientos demagógicos.
“Siempre Alice “ comienza y termina en Alice. Esto es lo mismo que decir que el peso de la cinta recae sobre las espaldas de su protagonista, Julianne Moore. Nos enfrentamos a la enfermedad desde la perspectiva del enfermo. La sensacional actriz es el centro absoluto, lo que supone uno de los grandes handicaps de la película. El espacio reservado para los personajes que tienen que lidiar con la persona enferma queda bastante limitado, lo que priva al filme de cierta riqueza que no le habría venido de más. No se equivoquen, Julianne Moore está magnífica. Lo ha estado en cada minuto en pantalla de su larga carrera y esta no es una excepción. De hecho, probablemente estemos hablando de la mejor interpretación del año.
Si difícil es enfrentar algo para lo que estás preparado, plantar cara a lo imprevisto se antoja prácticamente imposible. La cuesta abajo que plantea “Siempre Alice” y la propia enfermedad que toma como punto de partida se antojan un camino difícil, pero la historia del cine se ha construido sobre la espalda de héroes, aunque sean héroes escondidos tras puertas y ventanas. Aunque sean Alice.
Héctor Fernández Cachón