Nota: 8
Es imposible cuantificar el número de películas rodadas a lo largo de la historia del cine. Cada año, miles de nuevas producciones vienen a engrosar la ya de por sí dilatada lista de cintas que nos ha regalado el séptimo arte. Si quisiésemos hacer un cálculo aproximado, podríamos acercarnos a, IMDB para comprobar cuantas películas tiene “censadas” el mayor portal de cine del planeta. Contabilizando entre 1988 y los filmes que proyectan su estreno para 2016, nos encontramos con la friolera de 257.018 obras. Esto sin tener en cuenta que prácticamente no se contabilizan producciones indias o nigerianas (los dos países que más películas ruedan al año). Por ello no es extraño que a veces resulte complicado quitarse la sensación de que en el cine está todo inventado. La escasa capacidad de sorpresa de muchos de los productos actuales se hace especialmente visible en el género “terror”. Fórmulas mil veces vistas y lugares comunes hacen que la mayoría de las cintas nos despierten cierta pereza. Sustos en espejos de baño, columpios balanceándose solos… Entonces aparece alguna cosita como “The Babadook” que nos hace recuperar la fe en la humanidad, en el cine y en todo lo que haga falta.
Desde Australia y de la mano de Jennifer Kent nos llega una cinta sencillamente turbadora. La angustia alcanza cotas épicas al mismo ritmo que una cruel desazón embriaga nuestro espíritu. “The Babadook” cuenta la historia de una mujer que, seis años después de la muerte de su esposo en un accidente de tráfico, todavía lucha por salir adelante. Junto a ella, su hijo de seis años vive aterrorizado por un monstruo que le aparece cada noche. Cuando un inquietante libro de cuentos llamado “The Babadook” aparece en su casa, todo se vuelve cada vez más oscuro y delirante, entrando madre e hijo en una espiral descontrolada de terror. El temible Babadook está dispuesto a asaltar cada noche a sus nuevas presas….
“Yo esto ya lo he visto. Un niño chinadete, una madre desquiciada, posesiones infernales y bla, bla, bla…”. Para el carro, amigo. Esto es mucho más de lo que parece. Escribiendo estas líneas y recordando la experiencia vivida con “The Babadook”, un escalofrío recorre la espalda del aquí firmante, con el efecto final de una palpable piel de gallina. Kent nos arrastra a un juego que, durante gran parte del metraje solo parece merecer nuestro respeto por lo efectivo del desarrollo y lo inquietante de cada secuencia. Ilusos de nosotros. Lo que no podemos imaginar en ningún momento es que todo se está guisando a fuego lento. Que las piezas se van colocando poco a poco y con sutileza para construir uno de los más brillantes retratos del ser humano. Yo contra mí mismo y mis circunstancias. Eso es “The Babadook”.
No es solo por las perfectas interpretaciones de su pareja de protagonistas o por su facilidad para transmitir sus oscuros sentimientos. Tampoco es una poderosa dirección que hace que nuestras rodillas tiemblen o que entornemos los párpados sobrepasados. Lo que realmente nos golpea como una maza es el impresionante guión cargado de metáforas, dobles sentidos y, finalmente lírica que nos regala “The Babadook”. No es solo terror. Es “masterpiece” de las buenas.
Héctor Fernández Cachón