Crítica: “La Cumbre Escarlata”

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Nota: 8

Cuando la poesía sangra, cuando el amor duele, cuando el horror conmueve… Como si Edgar Allan Poe o nuestro Gustavo Adolfo Bécquer hubiesen salido de sus tumbas para escribir una nueva obra, Guillermo del Toro ha decidido construir un cuento de esos que nos quitan el sueño. Sin grandes alardes, sin descomunales sorpresas, pero directo al alma. Así es el paseo desde la Nueva York del siglo XIX hasta el ajado corazón del viejo continente que nos propone el director mejicano.

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Como aquellos grandes autores, Del Toro indaga en la condición humana en un plano poco convencional. Son tiempos de acercarse al individuo en su condición más turbia y oscura. Películas y novelas nos muestran el lado oculto de este triste estadio de la evolución que abanderamos, pero pocos se atreven a romper la línea que separa la 33perturbación de la enfermedad. Esa dolencia demasiado profunda como para ser tratada es la que convierte a “La Cumbre Escarlata” en una de los más brillantes trabajos de un tipo que respira y siente cada plano de su cinta. Cuando corazón y mente están demasiado dañados y condenados irremediablemente al drama, pasan cosas tan tristes y hermosas como esta.

Gótico en su forma y romántico tardío en su fondo, el relato de Guillermo del Toro consigue asombrarnos y atraparnos en las tinieblas. Lo que podría tomarse como una película de terror al uso va tomando un camino muy lejano a lo que muchos podrían esperar, ya que todo rueda con mesura hasta que comenzamos a precipitarnos ladera abajo por la colina de lo insano. Los sustos se vuelven poco relevantes al tiempo que el miedo se convierte en una sensación latente.

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No hay mesura. Todo es radical en “La Cumbre Escarlata”. Lo son los amores más propios de “El monte de las ánimas” y la cruda violencia de “El gato negro”. Las miradas de los actores se clavan apasionadas en cada uno de sus movimientos. Poco más que la decadente mansión situada en el centro de Allerdale Hall y los pasos de Jessica Chastain junto a Tom Hiddleston necesitamos para caer en las garras de una película hipnótica. Una cinta que no pretende aterrorizar, sino doler.

Héctor Fernández Cachón

@HectorFCachontwitter3