Nota: 6,5
Uno no elige donde nace, pero después de echar la primera mirada al mundo, ya sabes lo que te va a tocar durante las próximas dos décadas. Siempre hay espacio para la sorpresa y un factor imprevisto puede suponer que todo sea diferente, pero eso solo se da en un ínfimo porcentaje de casos. La familia, el lugar, la posición económica, la educación… Los primeros lazos de unión, ideas y prejuicios se forman con escaso margen de maniobra. Así es como se llega al punto de lanzar la moneda al aire para conocer en que lado de la vida te vas a quedar. Muchos saben a lo que me refiero. Whitney Bulger y John Conolly lo entenderían perfectamente…
“Black Mass” es esa moneda que vuela al aire. Si sale cara, te conviertes en el agente del F.B.I., John Connolly. Si sale cruz, acabas siendo una leyenda del crimen organizado como Whitney Bulger. La cuestión es que ambos se han criado juntos. El complicado barrio de South Boston asistía al nacimiento de estas dos figuras que, a pesar de suponerse en bandos opuestos, llevaban grabadas en las retinas esa primera mira al mundo. Con el pretexto de comenzar a colaborar para eliminar a ese enemigo común de la mafia italiana, ambos iniciaban una colaboración que haría de Bulger uno de lo gángsters más poderosos de la historia de Boston. Todo ello, bajo el amparo de un F.B.I. que terminaba sumiéndose en la mayor vergüenza de su existencia.
Con su asombrosa habilidad para dotar de vida a la cámara, Scott Cooper se marca un nuevo paso en su sensacional carrera con “Black Mass”. El director de “Corazón rebelde” y de esa maravilla inédita en España llamada “Out of the Furnace” resucita esas historias de gángsters de la calle que tanto le gustan a Scorsese, pero lo hace con su poderosa capacidad para mimar a personajes y actores. El director evita hacer una película sobre películas, para conseguir que cada uno de sus protagonistas respire por si mismo. Todo un éxito de humanidad entre los personajes principales para un thriller policiaco de tempo pausado en su acción, pero acelerado en su reflexión. Un camino demasiado plano en ciertos momentos que evitan un resultado más satisfactorio.
Pese al escaso margen a la sorpresa, unos andares consiguen que olvidemos con facilidad cualquier defecto narrativo que pueda tener el filme. Son los pasos de un tipo que parecía haber olvidado el talento que atesora. Efectivamente, Johnny Depp y su construcción del criminal Whitney Bulger resultan de una brillantez inusitada. Ni el excesivo maquillaje impide que el actor se saque de la manga una de las mejores interpretaciones del año y la mejor de su carrera desde hace un par de décadas. Es la cara para la cruz de la moneda que vuela en “Black Mass”. Es el chico que no terminó como senador (su hermano lo fue), ni como agente del F.B.I., pero que no era tan distinto a cualquiera de ellos.
Héctor Fernández Cachón