“Distopía: Sociedad ficticia indeseable en si misma. Utopía negativa donde la realidad transcurre en términos opuestos a la de una sociedad ideal. Miradas desalentadoras o apocalípticas del futuro, generalmente caracterizadas por su totalitarismo ideológico.”
Continuamos con el camino abierto semanas atrás por “V de Vendetta”. “El peligro implícito en ese discurrir fantástico llamado “soñar” está en la irrupción de las pesadillas”, comentábamos en aquella ocasión. Hoy la locución cobra un valor añadido con la cinta que nos ocupa. En este caso, el mundo al que nos acercamos con esta nueva distopía es el creado por Philip K. Dick. en su novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” y la posterior adaptación a la gran pantalla realizada por Ridley Scott y bautizada como “Blade Runner”.
Blade Runner
Nos encontramos en el año 2019. La poderosa Tyrell Corporation es una de las compañías punteras en esta sociedad, gracias a los avances desarrollados en ingeniería genética. Su invento estrella son los modelos Nexus 6: robots idénticos en apariencia a los seres humanos, pero muy superiores al hombre en cuanto a fuerza y agilidad. Comúnmente son conocidos como “Replicantes”. La función de los Replicantes es trabajar como esclavos en las colonias que la tierra tiene repartidas por el universo, aprovechando sus asombrosas cualidades físicas. Lo que pasa es que la vida de estos robots es limitada. Al cumplirse un cierto tiempo su efímera vida acaba sin remedio. Este es el motivo por el que un grupo de Replicantes se rebela y vuelve a la tierra con la esperanza de poder prolongar su existencia.
Así las cosas, Rick Deckard (Harrison Ford) es sacado de su retiro por su antiguo jefe. La misión que debe cumplir es la de eliminar o, como ellos dicen “retirar” a los Replicantes. Es lo que se llama un “Blade Runner”. Lo que ocurre es que el amor de una Replicante, así como los deseos de vivir de sus presas complicarán enormemente la misión de Deckard.
La ciencia ficción alcanza su techo con “Blade Runner”. Lo que consigue Ridley Scott está a la altura de muy pocos (ni tan siquiera él logro volver a acercarse a tales niveles creativos). Convertir la más absoluta artificialidad en turbadora humanidad y lírico análisis del temor a la muerte. Vista muchas veces como conservadora y recelosa de avances y cambios, como reticente y catastrofista visión de la evolución tecnológica, lo que realmente subyace en la mirada de los Replicantes no es conquistar el mundo ni los mesiánicos planes que el hombre y la conciencia humana desarrollan varios miles de años después de la perfección de su racionalidad. Su ambición es la más básica de cualquier ser vivo: vivir.
A pesar de que la película resultó un fracaso en el momento de su estreno, el tiempo no tardó en ponerla en su lugar. La cinta se convertiría en uno de esos pocos casos en los que la adaptación cinematográfica está a la altura de la novela en que se basa (“¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Philip K. Dick) y, a día de hoy se hace imprescindible en la estantería de cualquier cinéfilo. Todo funciona como un perfecto mecanismo en la película. Los Replicantes no son la gran obra del ser humano. Es “Blade Runner“.