Nota: 6,5
Hay cosas que conviene decir sin demasiados rodeos: Michael Bay es un director tremendo. Frente a la insana costumbre de considerar solo la grandeza de aquellos que filman películas trascendentes, un servidor ha decidido convertir estas líneas en un alegato en favor de uno de esos tipos para los que la cámara es una prolongación de su retina.
Son más de dos décadas las que el bueno de Bay lleva en primera línea de fuego. En todo este tiempo, el director ha firmado trabajos tan disfrutables como “Dos policías rebeldes”, “La Roca”, “Armageddon”, “Pearl Harbor” o “Transformers”. ¿Qué tienen en común todas esas películas? Pues varias cosas más allá de la figura de Michael Bay. Efectivamente, todas ellas son capaces de atraparte en el minuto uno y no soltarte hasta los créditos finales. Por si esto no fuese suficiente, nos encontramos con un ese perfil de obras que, si nos las encontramos en un canal de televisión, siempre atraen nuestra atención. Esto no es poco decir.
Michael Bay nunca va a rodar “Birdman” o “Amour”. Eso lo tenemos claro. Pero tiene un estilo reconocible en menos de diez planos y nadie rueda la acción como él. “13 Horas: Los Soldados secretos de Bengasi” es un nuevo ejemplo de un talento indiscutible. La película se centra en el asalto sufrido por la base de la CIA en la ciudad libia allá por 2012, construyendo una trama épica que nos deja sin respiración durante las casi dos horas y media que dura. Nadie va a mirar el reloj, porque ese es el trabajo que mejor sabe hacer Michael Bay.
Hay explosiones, hay carreras, hay balas y es superficial. No esperábamos menos de una cinta que, a pesar de ello, muestra un cuidado formal todavía mayor que sus obras de los últimos años. Es cierto que los personajes se pierden entre las grandes dosis de épica y que la complejidad de la situación queda oculta tras el humo y el ruido de explosiones. Pero de no ser así, esto sería un capítulo de “Homeland”
“13 Horas: Los Soldados secretos de Bengasi” se desarrolla en un contexto, pero este resulta irrelevante. Estamos ante un a historia de muchos contra pocos. Nos enfrentamos a una sucesión de secuencias en las que se nos olvida respirar. Esto es una batalla con lírica salpicada de arena. Esto es uno de los grandes trabajos de ese descomunal profesional llamado Michael Bay.
Héctor Fernández Cachón