Ya sabíamos que Jared Leto era un actor de método. De hecho, los últimos meses nos han servido para comprobar que se trata de uno de esos tipos capaces de hacer cualquier cosa para lograr una interpretación sublime. Cada información nueva que lanzaban sus compañeros de reparto ponía de manifiesto que el protagonista de “Dallas Buyers Club” o “Réquiem por un sueño” las había liado de todos los colores durante el rodaje de “Escuadrón suicida”, hasta el punto de llegar a asustarlos en más de una ocasión.
Colocar un cerdo muerto sobre la mesa durante los ensayos, enviar condones usados por correo, dejar balas delante de las puertas… Todo para conseguir que su Joker estuviese a la altura de las magníficas versiones firmadas por Jack Nicholson y Heath Ledger.
Lo que pasa es que, según hemos podido saber, la preparación del personaje fue mucho más allá de lo que podríamos haber imaginado. El propio Jared Leto confesaba que había pasado parte de las semanas previas al rodaje en una institución psiquiátrica. El oscarizado actor se dedicaba a hablar con internos y terapeutas para comprender más a fondo los mecanismos de mentes enfermas como la del célebre personaje.
Si a esto le añadimos la reclusión en la celda de un centro penitenciario, ya podemos garantizar que el Joker que se sacará de la manga un actor de tanto talento como Leto, no defraudará a nadie.