¿Sabías que Netflix tiene todo un mes de servicio gratuito? Puedes elegir el plan más caro para probar y te permite ver las películas y series actuales en HD en cuatro dispositivos a la vez, lo cual es ideal para compartir con algún amigo, pero uno muy íntimo y que no sea un cabrón de los que cambian las contraseñas. Os recomiendo que lo probéis porque no perdéis nada.
Y así es como yo me animé a ver 7 años, una película española producida por Netflix, esa empresa que levanta pasiones y enamora a aquel que paga por la suscripción. En la película “7 años” trabaja Paco León, Juana Acosta, Juan Pablo Raba y Àlex Brendemühl. Dirige Roger Gual, a quien conocemos por Smoking Room, que fue a los Goya y salió bastante bien parada.
El argumento es muy interesante y muy actual. Tenemos a cuatro amigos que a su vez son socios de una empresa informática millonaria, pero tienen un problema y es que Hacienda los va a crujir hasta tal punto que hay pena de cárcel por todos los fondos desviados. El caso es que en vez de ir los cuatro, uno podría ser señalado como el culpable y hacerse cargo del delito, cumpliendo la pena por su cuenta… Pero, ¿quién quiere entregar a la cárcel 7 años de su vida? ¿Quién merece más ir?
Crítica de “7 años”, película española de Netflix
Como difícilmente los cuatro socios pueden ponerse de acuerdo, contratan a un asesor para que medie. Le ofrecen un contrato suculento, al parecer sin ninguna trampa ni letra pequeña en la que venda su alma. A cambio, el trabajo más complicado de su vida: servir de puente para que los cuatro amigos decidan unánime y voluntariamente quién se come los 7 años de cárcel por la empresa.
Y aquí es donde empieza el pastel de este interesante largometraje de Roger Gual. Como cabe esperar, vamos a asistir a cuatro maneras diferentes de enfrentarse a la realidad. Los cuatro son socio fundadores y los cuatro desean eludir la cárcel; ninguno va a agachar la cabeza y a sacrificarse por el resto; más si tenemos en cuenta todos los trapos sucios que una charla civilizada puede arrojar sobre la mesa.
“7 años” apuesta por la fuerza del diálogo
Esta es esa clase de película que fácilmente podría adaptarse a una obra de teatro. No tiene un refuerzo visual potente, no tenemos flashbacks, no tenemos una fotografía impresionante, no tenemos efectos especiales. Es una película que demanda toda nuestra atención. Distraerse en este caso supone perderse una parte del espectáculos: las piruetas son palabras. “7 años” se construye a través de los diálogos de los personajes; no hay más artilugio que el verbo y, desde luego, es suficiente. Los reproches nos sirven para imaginar el pasado; las estrategias para definir las personalidades.
¿Somos la figura del mediador? No, por supuesto que no. Ese no es nuestro trabajo. Como espectadores, juzgamos. Nos ponemos de parte de este o de aquel, señalamos quién merece más perder 7 años de su vida en la cárcel y nuestros motivos. Es una manera interesante de echar 76 minutos escasos que dura la obra… porque también caemos en su juego y creemos que si este comete una falta moral significa que debe pagar cuando, en realidad, ¡todos han delinquido!
No voy a decir que estoy fascinado, pero lo cierto es que “7 años” me ha llamado mucho la atención y la considero una película inteligente; no tanto por las situaciones rescatadas, que son bastante cotidianas y predecibles. En realidad, las miserias humanas son muy parecidas entre sí. Es una película inteligente por el buen uso de sus recursos y porque, qué demonios, la historia que cuenta es divertida, al menos la tesitura.
Si hay que ponerle una nota, le dejaría sin lugar a dudas un 8/10 como espectador.