Paolo Sorrentino es uno de esos tipos que no especulan. El director italiano es una auténtica fuerza de la naturaleza. Resulta más que suficiente con ver un par de planos para detectar las latencias estilísticas de uno hombre capaz de dotar de una personalidad incomparable cualquier trabajo en el que esté involucrado. Así, el director de La Gran Belleza o Youth se plantaba el pasado año en la HBO con una serie titulada The Young Pope que, para el que todavía no la haya disfrutado, una puñetera obra maestra.
The Young Pope retrata la historia de Pio XIII, un Papa ultraconservador, cercano al oscurantismo y muy valorado por todos, especialmente por los pobres. El joven pontífice, en esta historia, intenta encajar en un puesto en el que las conspiraciones están a la orden del día. Puede que, a la vista de esa sinopsis, algunos se piensen que el trabajo del italiano carece de más propósito que el de aburrir, pero nada más lejos de la realidad. El pontífice al que interpreta Jude Law puede ser uno de los personajes televisivos más brillantes de la historia. El talento del británico se pone al servicio de una dura empresa: Interpretar a un Papa ficticio, diseñado con maestría. Hablamos de un hombre narcisista, radical, grosero, adorable y poderosamente espiritual. En fin, algo indescriptible.
Diez capítulos que son ya pieza fundamental para cualquier seriéfilo formaban parte de una primera temporada que no tenía más aspiraciones que deleitarnos a base de mala baba, audacia y elegancia. Afortunadamente, el director italiano ha decidido ponerse manos a la obra con The New Pope, una segunda temporada en la que desconocemos si Jude Law, Javier Cámara o Diane Keaton volverán a dejarnos gotas de su talento, pero que promete volver a hacernos disfrutar a lo grande por los pasillos del Vaticano.