Seguramente pensaréis que ya se nos ha ido la pinza otra vez. Partiendo de la base de que una enajenación mental transitoria o la embriaguez por el encanto inmediato de un filme sobre nuestro juicio nunca han de descartarse, lo cierto es que casi podemos asegurar que estamos en pleno uso de nuestras facultades mentales.
Efectivamente, apuntar a una cinta como segura vencedora del Goya cuando todavía faltan 8 meses para la gala se antoja una temeridad. Lo habitual viene siendo encontrarse con unos meses de otoño en los que se estrenan las grandes contendientes de cara a hacerse con los galardones más importantes del cine patrio, pero la razón por la que hoy nos atrevemos a lanzar esta afirmación es muy sencilla: Nos parece casi imposible facturar una película mejor que Verano 1993.
Carla Simón es una mujer que acaba de hacer su primer largometraje y, muy probablemente, el mejor de cuantos se han estrenado en nuestro país en los últimos años. Mejor Ópera Prima y Gran Premio del Jurado Int. en el Festival de Berlin acreditan a este descomunal trabajp. Decir que estamos ante una cinta brillante se antoja quedarse cortos, ya que la humanidad y la sutileza del filme no admite comparación. Frida (Laia Artigas), una niña de seis años, afronta el primer verano de su vida con su nueva familia adoptiva tras la muerte de su madre. Lejos de su entorno cercano, en pleno campo, la niña deberá adaptarse a su nueva vida.
Esta semana llega a nuestras salas Verano 1993, el filme que se alzará con el máximo galardón en la próxima gala de los Goya. No digáis que no os avisamos.