Nota: 4,5
Hay que ser muy cauto a la hora de interpretar las señales que envía el público. Si te quedas con que la cuarta entrega de Transformers hizo una taquilla superior a los 1.100 millones de dólares, seguramente pases por alto mucho elementos preocupantes. En esa descomunal cantidad de dinero amasado nos encontrábamos con que el que había sido el público tradicional de la saga reducía considerablemente su aportación. La irrupción del mercado chino era lo que provocaba que una película con tan poco atractivo se disparase en taquilla. Sin embargo, Transformers: El último caballero ya no es una novedad ni para los chinos.
La llave original abría puertas con facilidad. El problema es que ahora estamos ante la copia de la copia de una copia. Así, el producto que se nos presentó en un primer momento ha ido manteniendo una forma similar, prescindiendo de ninguna clase de novedad más allá de adquirir defectos e impurezas. Y es que la quinta película de Michael Bay parece buscarse una excusa para poder liarla parda. No hay más objetivo que el de destruir, romper, hacer ruido y volar por los aires. La fórmula estaba divertida una vez, pero a la quinta ya cansa.
Ciertamente, Bay es un tipo al que la acción se le da de perlas. Esa es la razón por la que, como siempre ocurre, los primeros minutos de Transformers: El último caballero resultan entretenidos. De hecho, puede que incluso todo resultase más potable si estuviésemos ante 100 minutos de película. el empalago audiovisual sería mucho menor que unos 150 minutos capaces de quebrar la voluntad del más pintado. Parece que nunca se va a acabar una experiencia agotadora.
Los planes de cara al futuro de Transformers son ambiciosos. Ya se trabaja en varias secuelas y spin-offs. Sin embargo, la apuesta por un batiburrillo como el que acaba de ofrecernos Transformers: El último caballero garantizaría el final prematuro de una saga que se resiente en taquilla y a la que el público no parece que vaya a pasarle una.
Héctor Fernández Cachón