Nota: 8,5
Hay retos que sólo puede asumir un inconsciente. Lo que pasa es que no hay nada más inconsciente que el talento y de eso tiene mucho un tal Dennis Villeneuve. El director asumía el reto de desarrollar una secuela de Blade Runner, una de las mejores películas de la historia del cine. Si hubiésemos tenido que apostar, nos la habríamos jugado al desastre. Lo que pasa es que perdimos de vista el hecho de que estábamos ante uno de los directores más grandes de los últimos años y un tipo listo.
Ahora mismo lo primero que hay que decir es que, probablemente, estemos ante una de las mejores películas de los últimos años, pero no ante una obra capaz de romper el paso del tiempo. Blade Runner 2049 no es la gloriosa obra que significaba el filme original, pero estaríamos incurriendo en un grave error de seguir por ese camino. ¿Por qué? Pues porque la película que se ha sacado de la manga Dennis Villeneuve es una delicia.
Hay caso, hay seducción y hay un mensaje de una potencia descomunal. Blade Runner 2049 no es Blade Runner, pero tampoco lo pretende. Hay un tema y un trasfondo que se aborda desde un punto de vista audaz y elegante. Detrás de un acabado sublime e hipnótico nos encontramos con que nuestro cerebro reflexiona a la velocidad de la luz. Ese es el objetivo de una cinta consciente de que no se puede igualar la sutileza de la sugerencia y la emocionalidad desbocada con la que nos despacha la obra maestra de Ridley Scott.
Blade Runner 2049 viene a llenar huecos vacíos y a explorar caminos oscuros. Esa es la labor de un Ryan Gosling que vive sumido en una constante tensión que se convierte en la gran seña de identidad de un filme imprescindible. Se antoja difícil referirse al filme de Dennis Villeneuve como una secuela, lo que supone la gran virtud de un tipo que es jodidamente listo. Nuevo, diferente y brillante es su trabajo.
Héctor Fernández Cachón