Resulta francamente raro encontrar algún año en el que no nos regale dos o tres películas. Gary Oldman un actor prolífico. En tres décadas de carrera, su filmografía supera los sesenta trabajos. Lo que pasa es que lo suyo no es una de esas fiebres que sufren actores como Nicolas Cage o el Robert de Niro de los últimos tiempos. Salvo extrañas excepciones, Gary Oldman siempre se embarca en cintas con un mínimo de interés y, como todos sabemos de sobra, clava cualquier papel que caiga en sus manos.
Desgraciadamente, los premios siempre se olvidan de su nombre. De hecho, lo realmente llamativo es que se trata de un auténtico monstruo de la interpretación. Uno de esos tipos que se ganan un lugar en la historia entre los más grandes. Y no es que consideremos que necesita un Oscar, porque el estatus de leyenda viva ya lo tiene en las manos. Sin embargo, creemos que los Oscar se merecen un Gary Oldman, más que al revés, para dar lustre a tan emblemáticos galardones.
El instante más oscuro es el momento ideal. Y es que estamos ante un drama ambientado en 1940, cuando Winston Churchill (Gary Oldman) se convierte en primer ministro británico en un momento realmente crucial de la Segunda Guerra Mundial, pues los nazis avanzan imparables conquistando prácticamente la totalidad del continente europeo y amenzando con una invasión a Inglaterra. Churchill deberá entonces explorar la posibilidad de un tratado de paz con Alemania, o ser fiel a sus ideales y luchar por la liberación de Europa.
Efectivamente, Oldman está espléndido en el papel de Churchill. Al menos, eso es lo que dicen todos los que ya han visto la película, y no necesitamos mucha fe para creérnoslo. La nominación al Oscar se da por segura. No entenderíamos otro final para la gala que no pase por Gary Oldman caminando hacia su casa con un Premio de la Academia entre las manos.