Hay veces que un papel puede marcar tu carrera. Lo normal es que esto sea para bien, pero también hay ocasiones en los que es para mal. Pese a que la saga Crepúsculo resultaba todo un fenómeno de masas y se hartaba de acumular dinero, la figura de Robert Pattinson se ganaba el odio de grandes sectores del público. Pese a su éxito, la saga adolescente se ganaba el desprecio de muchos sectores, lo que parecía haber marcado a Pattinson para siempre. Ese vampiro sosainas llamado Edward Cullen tenía la culpa.
Desde ese momento, las oportunidades de lograr un gran proyecto comenzaban a disminuir progresivamente para el actor. El tirón de su fama le servía para conseguir meter la nariz en algunas películas importantes, pero la cosa iba cayendo a medida que disminuía el efecto Crepúsculo.
Robert Pattinson necesitaba reinventarse. Era necesario dejar atrás a Edward Cullen. Así, el actor comenzaba a apostar por papeles más pequeños y proyectos más interesantes. David Cronenberg, Werner Herzog, Anton Corjbin, James Gray… Así hasta llegar a Good time, la película con la que el actor se ha consagrado a lo grande.
Después de que el robo chapucero de un banco acabe con su hermano pequeño en prisión, Constantine Nikas (Robert Pattinson) se embarca en una odisea a través del mundo subterráneo de la ciudad en un intento, tan desesperado como peligroso, por conseguir el dinero de la fianza para poder sacar a su hermano de la cárcel. Ese es el caldo de cultivo ideal para que Robert Pattinson se haya convertido en la gran sensación interpretativa de Cannes. Según todos los que han podido difrutar de su trabajo, se trata de un descomunal salto cualitativo en la carrera del actor. Descomunal papel para un tipo que está haciendo las cosas bien.