Algo preocupante ha comenzado a flotar en el ambiente. Cada año, alguna producción cinematográfica de gran calibre termina convertida en un desastre absoluto. A veces por causas justificadas y otras por razones inexplicables, siempre nos encontramos con que el público decide darle la espalda a una cinta, provocando un batacazo económico épico. Un “premio” para el que Robin Hood parece haber comprado demasiadas papeletas.
Robin of Loxley (Taron Egerton), un cruzado curtido en mil batallas, y su comandante morisco (Jamie Foxx) se rebelan contra la corona de Inglaterra que está llena de corrupción. El problema es que, como ya ha quedado claro, la apuesta de Robin Hood va muy en el camino de la desastrosa Rey Arturo: La leyenda de Excalibur o, lo que es lo mismo, de un exceso estético y digital. Cámaras lentas a cascoporro y un empalago para los sentidos que ya se ponía de manifiesto en el primer avance del filme. O mucho cambia esto o mal pinta la cosa para el próximo 21 de noviembre…
Lo que se ha podido ver hasta el momento apunta en una preocupante dirección. Los rumores alrededor del fracaso de Robin Hood empiezan a sucederse, lo que suele suponer el primer paso para el cataclismo. Veremos…
Me deja sin palabras este artículo. Es impresentable.