Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams) son padres de una maravillosa hija, pero su relación ha pasado por mejores momentos desde que tienen que compaginar las demandas y expectativas del trabajo y la vida familiar. Ante un futuro incierto de la relación, deciden una escapada romántica a un hotel, donde rememoran todos los momentos románticos de un pasado lleno de buenos recuerdos, e intentan recuperar su pasión y amor para así salvar su matrimonio.
Blue Valentine es una historia clásica, poco original, pero que resuelve estos problemas iniciales de forma brillante. Y lo logra gracias a la actuación de sus actores principales y los pequeños detalles. Y es que historias de amor (y desamor) hay tantas como seres humanos y el mundo del cine está llena de ellas. Blue Valentine es un manual para guionistas principiantes: cómo crear un drama romántico eficaz, sorteando lugares comunes y emocionando al espectador a través de las sugerencias.
Todos estamos demasiado acostumbrados a ver cómo las historias de amor en el cine son complicadas en su desarrollo, pero culminan de la mejor forma posible. No sabemos ni cuantas veces nos hemos encontrado con el chico que se coloca bajo la ventana con un radio casette en los brazos o la carrera por el aeropuerto que culmina en un beso legendario. Lo que pasa es que nadie nos suele contar lo que pasa con esas parejas después de diez o quince años. Ahí es precisamente donde entra esta maravilla de Derek Cianfrance que nos acerca a la peor culminación posible. A ese punto en el que ya solo queda caos y rencor donde debería haber amor.
Blue Valentine es un contundente derechazo en el mentón del espectador. Un baño de realidad que a muchos se les clavará en el corazón.