Cuando la HBO está de por medio, lo normal es que salga un pepinazo de serie. Si a ello le añadimos un material de partida glorioso y un equipo artístico que quita el sentido, la cosa no puede traducirse más que en una serie gloriosa. Resulta asombroso el olfato que Amy Adams tiene para elegir proyectos atractivos. Cada vez que se deja caer por la gran pantalla, la clase de interpretación es magistral. Efectivamente, ella es la protagonista de Heridas Abiertas, lo mejor que hemos visto en la televisión este año.
Después de pasar un breve tiempo en un hospital psiquiátrico, la reportera Camille Preaker debe regresar a su pequeña ciudad natal para cubrir los asesinatos violentos de dos chicas preadolescentes. Durante años, Camille apenas ha hablado con Adora Crellin, su madre neurótica e hipocondríaca y con Amma, su media hermana una joven a quien apenas conoce. Instalada en su antiguo dormitorio en la mansión victoriana de su familia, Camille pronto se encuentra identificándose con las jóvenes víctimas. Atrapada por sus propios demonios, debe de desentrañar el rompecabezas psicológico de su propio pasado si quiere obtener la historia y encontrar al culpable de los crímenes.
Estilo en la dirección, una atmósfera perturbadora, suspense a raudales y en medio de todo ello, esa fuerza de la naturaleza llamada Amy Adams. La adaptación televisiva de la obra literaria de Gillian Flynn (Perdida) es absolutamente brillante. Después de lucirse con Big Little Lies, Jean-Marc Vallée vuelve a rozar la perfección. Heridas abiertas es una de esas experiencias televisivas que atrapan. Más que brillante.