Tras la ejecución de William Wallace, obligado a entrar en batalla para salvar a su familia, su gente y su país de la tiránica ocupación inglesa, Robert the Bruce se apodera de la corona de la Escocia medieval y lidera a un grupo de hombres insurgentes para enfrentar la ira del ejército más fuerte del mundo conducido por el despiadado rey Eduardo I y su débil hijo, el príncipe de Gales.
Oír el nombre de William Wallace y que se nos pongan los pelos como escarpias es todo uno. Apelando a nuestro lado más cinéfilo, la realidad es que leyendo un argumento como el expuesto en el anterior párrafo, lo normal es que se nos disparase el entusiasmo. Sin embargo, lo cierto es que El rey proscrito ha quedado lejos de entusiasmarnos.
Netflix daba la bienvenida a una cinta dirigida por el gran Scott MacKenzie (Comanchería) y en la que nombres como los de Chris Pine o Aaron Taylor-Johnson acaparaban el protagonismo. Sin embargo, el resultado no ha sido otro que casi dos horas y media en la que hay épica, pero poco más. Todo está demasiado trillado en un filme con buenas batallas, pero que nos da la sensación de haberlo visto antes. Un pobre guión para una película que solo puede disfrutarse rebajando completamente las expectativas y entregándose al espectáculo de espadas contra espadas.