Nota: 6
¿Qué pasa en tu película? Pues la vida. En tiempos de artificios y megalomanía, a veces se nos olvida que hay un tipo de historias que se pueden contar una y otra vez sin parecerse en nada. Y es que la gente siempre se querrá y se dejará de querer. El amor volará en sentidos inversos. Lo realmente interesante de esto es que hay tantas historias diferentes, como personas. Algo que volvemos a ver en El amor menos pensado.
Marcos y Ana llevan casados más de 25 años. Sin embargo, el abandono de su hijo del hogar familiar provoca una crisis existencial en ambos. Aturdidos y sobrepasados, optan por separarse. Sin embargo, la vida que se presenta ante ellos es bien diferente a lo que esperaban.
El director argentino Juan Vera decide que hay que hablar de un sentimiento innato al ser humano como es ese desear siempre lo que no se tiene. Cuando los sentimientos entran en juego, cualquier plan trazado en nuestras cabezas se va al garete a velocidad endiablada. No por mil veces repetido es menos cierto eso de que “la vida siempre te pone en tu sitio”. Marcos y Ana lo van a descubrir pronto.
En la mayoría deportes, cuando los resultados no acompañan se cambia de entrenador. Al principio parece que todo va bien, pero no es más que una ilusión para cubrir errores estructurales y profundos. Tres cuartos de lo mismo ocurre en las relaciones. Una idea trabajada de forma irregular en El amor menos pensado. El filme sabe lo que quiere contar, pero carece de las dimensiones necesarias que salvan cualquier historia de la monotonía. Es agradable y tiene a dos actores excelsos, pero se atropella a sí mismo en dos horas y cuarto que se antojan excesivas. Una pena, ya que todo habría sido más memorable abordado con más mordacidad y agilidad.
Sea como fuere, El amor menos pensado es un filme interesante y capaz de incomodar como solo un espejo sabe hacerlo. Eso sí, cualquier inversión de tiempo merece la pena si se pasa con Ricardo Darín y Mercedes Morán.