Creíamos que la serie estaba sentenciada. Al terminar la octava temporada de The Walking Dead, nuestro hastío era evidente. La serie había perdido buena parte de su punch y capacidad de sorpresa. Poco o nada quedaba de la ficción cargada de tensión que un día conocimos. Para colmo, el sensacional arco de los personajes parecía enquistarse de forma grave. Con la audiencia desplomándose, nuestras esperanzas de volver a sentirnos llenos con The Walking Dead también se iban al garete.
Seguramente el nombre de Angela Kang no os diga mucho, pero esta mujer ha sido la responsable de que The Walking Dead se haya convertido de nuevo en una gran serie. Todos y cada uno de los grandes problemas de la ficción eran abordados directamente, incluido el inconveniente de quedarse sin Rick tras la marcha de Andrew Lincoln.
Los personajes de la serie vuelven a ser una incógnita. De hecho, algo ocurrió en los seis años de elipsis para que la mayoría de ellos se encuentren en conflicto personal. Todo el panorama ha sufrido un cambio radical. Ahora, The Walking Dead es una serie con aires medievales gracias a un sensacional lavado de cara. Para colmo, esos nuevos villanos llamados Susurradores suponen un tipo de amenaza que no podemos alcanzar a entender. Dan auténtico miedo.
Los mejores días de The Walking Dead no requirieron de grandes batallas, tiroteos o explosiones. La clave era el suspensa y una tensión desmedida. La constante sensación de amenaza. Todo eso ha vuelto, lo que supone una noticia grandiosa. Hay serie para rato.