Estábamos ansiosos por verlo con nuestros propios ojos. Desde que Dragon Ball Super: Broly aterrizase en suelo japones, todos contábamos los días para el aterrizaje del filme en nuestras salas. Para colmo, la película centrada en Goku y compañía arrasaba por todos los mercados, convirtiéndose en el mayor éxito de la historia de Dragon Ball. Así, con las expectativas disparadas, nos sentábamos en nuestra butaca.
Efectivamente, el espectáculo es de los que se recuerdan. Pese a que no era sencillo estar a la altura, lo cierto es que Dragon Ball Super: Broly conseguía seducirnos a lo loco. Historia de las que te atrapan y un despliegue visual rozando lo lírico nos recordaban por qué llevamos décadas enamorados de los personajes de Toriyama. Y es que nos e veía nada igual desde los tiempos de Dragon Ball Z.
La Tierra disfruta en paz la celebración de el Torneo del Poder. Sin embargo, Goku es consciente de que existen enemigos aún por descubrir en el Universo, por lo que sigue entrenando sin descanso para alcanzar cotas de poder nunca antes conocidas en un superguerrero. Confirmando sus peores temores, un día aparece un supersayano que responde al nombre de “Broly”, un poderoso guerrero que debería de haber sido eliminado junto con el planeta Vegeta cuando éste fue destruído hace ya algunas décadas. ¿Cómo ha podido sobrevivir un guerrero de tal poder? La situación no deja de empeorar cuando el mismísimo Frieza vuelve desde el Infierno para verse envuelto en un terrible mix que llevará a los héroes a luchar por salvar el planeta Tierra una vez más.