La primera experiencia galáctica fuera de los capítulos oficiales ha resultado más que satisfactoria. Rogue One: Una historia de Star Wars lograba poner de acuerdo a crítica, público y fans, convirtiéndose en un experimento de lo más gratificante. La sugerente idea de explorar nuevos caminos tangenciales a la fuerza no podría funcionar mejor, abriendo un abanico de posibilidades de cara al futuro. Algo que, desgraciadamente, no ocurría con Han solo: Una historia de Star Wars.
Como todos sabemos, la cinta de Gareth Edwards no gustaba demasiado a los responsables de Disney en el primer montaje enseñado hace un año, por lo que la compañía decidía modificar algunos elementos del guión y variar el montaje. Para ello, la factoría del ratón aprobaba una dotación presupuestaria adicional de 60 millones de dólares para pasarse un par de meses de rodaje durante el pasado verano. De ahí saldría la escena con la que se cerraba Rogue One y que tan buen sabor de boca nos dejaba.
“Lo que se añadió, y fue un añadido fantásticos, es la escena de acción de Vader, con él a bordo de una nave y despachando a esos soldados rebeldes. Eso fue algo que se conceptualizó tarde“, afirmaba el editor del filme John Gilroy en una entrevista para Yahoo Movies. De hecho, como ya explicaba el director de Rogue One hace unos días, la idea inicial era que el destino de nuestros protagonistas fuese diametralmente distinto. Vosotros ya nos entendéis…