Hacer lo que Joaquin Phoenix hace delante de las cámaras es algo que requiere tener algo más que el resto. Uno no se convierte en un actor de tal calibre sin tener sus rarezas a la hora de trabajar. Phoenix es un tipo entregado hasta niveles inimaginables, lo que dejó especialmente patente durante el rodaje de Joker.
Si meterse en la piel de un personaje cualquiera ya es difícil, dar vida a un icono de la locura como Arthur Fleck ya es la repera. Así, el equipo de Joker se veía obligado a bregar con las excentricidades de Joaquin Phoenix a la hora de trabajar. ¿Y cuál era la más complicada de todas? Pues que, si no lo sentía fluir, se largaba. El actor alcanzaba un el punto requerido para mostrar un gran Joker y si sentía que bajaba de ahí, optaba por retirarse del set durante un buen rato.
Ante situaciones así, los compañeros de reparto se sentían responsables de la situación o que Joaquin Phoenix no estaba contento con ellos. Sin embargo, tal y como declaraba el director Todd Phillips, “era siempre por él mismo. Sencillamente no lo sentía”.
Estas cosas provocaban cierta extrañeza en todos los miembros del reparto, salvo en uno: Robert De Niro. El enorme actor siempre ha sido un tipo parecido a Phoenix en ese aspecto, por lo que se mostraba de lo más comprensivo con su actitud. Entre fenómenos se entienden.
mi opinión al respecto
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