Nota: 5
Larga vida a los que arriesgan. En un tiempo en el que el cine adolece de una preocupante falta de originalidad, la existencia de tipos como Ang Lee se antoja elemento imprescindible. El dos veces ganador del Oscar (Brokeback Mountain, La vida de Pi) nunca sale de casa para causar indiferencia. Así, vaya por delante nuestro respeto al director, gane o pierda.
Géminis queda lejos de ser una gran película. El proyecto llevaba guisándose muchos años. Los 120 fotogramas por segundo tenían que golpearnos con una dosis de realidad espectacular, igual que el duelo entre Will Smith y un Will treinta años más joven. Y precisamente estos dos grandes atractivos se convierten sendos lastres para la cinta.
Lo que busca Géminis es espectacular y arrolladora. Quiere que lo flipemos a lo bestia. Tan centrada está en ello que se olvida las necesidades argumentales de la empresa. Así, llega un punto en el que para disfrutar de la película se antoja imprescindible taparse los oídos y no escuchar nada de lo que allí se dice. Con un Will Smith que vuelve a anclarse en el “buenismo” que tanto ha cansado al público, parece que todos se han olvidado de que una película también necesita de construcción de personajes o de diálogos capaces de hacer avanzar una trama.
El Will Smith de 20 años canta demasiado. Su rostro es demasiado digital com para impresionarnos. Y en los 120 fotogramas por segundo dejamos de reparar a los 10 minutos de metraje. Así, la mano ganadora que Ang Lee creía tener entre manos se va a la mesa a las primeras de cambio. Por suerte, Géminis tiene la virtud de que, dejando a un lado nuestro “yo” espléndido y las exigencias procedentes a un director de tal calibre, se pasan unos cuantos ratos entretenidos con Géminis y ese nunca es mal botín.
Héctor Fernández Cachón