Las expectativas estaban disparadas. Cada adelanto que veíamos de The King hacía pensar que Netflix tenía una maravilla entre manos. Épica medieval y un repartazo espectacular hacían pensar que la cosa iba a ser una maravilla, pero lo cierto es que el filme se ha quedado muy lejos de lo que prometía.
Hal (Timotheé Chalamet), un príncipe caprichoso y sin interés por ejercer su derecho al trono de Inglaterra, ha abandonado las responsabilidades reales para vivir en libertad entre la plebe. Sin embargo, ante la muerte de su tirano padre, Hal se ve obligado a retomar la vida de la que quería huir para ser el nuevo rey: Enrique V. Después de su coronación, el joven monarca tendrá que aprender a lidiar con las intrigas palaciegas, una guerra y los lazos que le unen a su antigua vida, como la relación con su mejor amigo y mentor, el caballero John Falstaff (Joel Edgerton).
Sobre ese argumento se levantaba The King, una película que, desgraciadamente, terminaba arrollada por sus propias ambiciones. Ágil en su puesta en escena cuando la cosa va de espadas, el hecho de pretender darle una dimensión más profunda de la necesaria termina con los sueños de encontrarnos una cinta a la altura. Y es que los personaje y las tramas más profundas se trazan sin paciencia alguna, provocando que todo mute en un amago de dignidad que nadie se cree.
David Michôd es un gran director, como quedó más que claro en Animal Kingdom o The Rover. desgraciadamente, en Netflix no está luciendo demasiado bien el que también fuese responsable de Máquina de Guerra.