Durante años fueron una de las sociedades más rentables de la pequeña pantalla. Disney y Netflix siempre se llevaron realmente bien. La compañía del ratón apostaba por la plataforma de streaming para el desarrollo de su universo televisivo de Marvel, pero todo daba un giro radical cuando Disney decidía ir un paso más allá y comprar Netflix. A pesar de las mareantes ofertas económicas, la respuesta era negativa una y otra vez, lo que les llevaba a desistir.
Así las cosas, Disney lanzaba su propia plataforma de streaming y rompía todos los acuerdos con una Netflix que observaba asombrada como Daredevil, Jessica Jones o The Punisher se iban. Muchas de sus series más exitosas eran canceladas y la relación entre ambas partes quedaba seriamente deteriorada.
Sin embargo, la venganza se sirve fría. En Disney estaban trabajando en el desarrollo de una nueva trilogía de Star Wars, la primera al margen del arco argumental de los Skywalker. David Benioff y D.B. Weiss, responsables de Juego de Tronos, eran los encargados de asumir el peso del ambicioso proyecto. Con lo que no contaban era con que Netflix apareciese con una oferta de 200 millones de dólares y se llevase a los dos tipos, imposibilitando su trabajo en las nuevas Star Wars. Ahora, Disney se encuentra con que los tipos alrededor de los que debía girar el futuro de la saga ya no están. Jugada maestra de Netflix.