Tenemos especial debilidad por el carisma de Sean Connery. Su mirada, su sonrisa, su forma de andar… Pese a llevar ya unos años retirado, el actor escocés sigue siempre será patrimonio incomparable del cine.
En la carrera de Sean Connery se cuentan unos cuantos papeles espectaculares. No en vano, estamos ante la leyenda de Los Intocables, James Bond o Indiana Jones. Cierto es que las cosas no le salieron demasiado bien en los últimos años, lo que le llevo a tomar la decisión de alejarse de las cámaras. Sin embargo, nada le vimos peor que Zardoz (1974).
A finales del siglo XXIII, en la Tierra sólo sobreviven dos razas humanas: los inmortales, una casta privilegiada que no envejece y lleva una vida placentera; la otra raza vive miserablemente y sólo confía en Zardoz, el dios al que veneran. Zardoz decide elegir a unos cuantos hombres, les entrega armas y los adiestra para enfrentarse a los inmortales.
Si fuese el primer papel de su carrera lo habríamos aceptado, pero después de dar vida ese paradigma de la elegancia llamado James Bond, lo de su papel en Zardoz no tiene perdón. El gran Sean Connery habrá estado en películas mejores o peores, pero nunca en su carrera ha lucido ridículo. Esa trenza y ese pañal rojo lograron que el gran escocés luciese una pinta de mamarracho inolvidable.
Zardoz es una película súper bizarra, súper setentera y especial para ver de madrugada con amigos amantes del cine serie B, de tan mala que es, se vuelve fantástica.