Eran muchas las expectativas que existían alrededor del proyecto. Semanas atrás, la BBC y Netflix presentaban en sociedad un proyecto realmente interesante: Drácula. El enorme personaje de Bram Stoker, aterrizaba en la pequeña pantalla ávido de sangre. Mark Gatiss y Steven Moffat , responsables de esa maravilla llamada Sherlock, eran los responsables de una ficción con el sensacional Claes Bang como protagonista. El actor danés se metía en la piel del vampiro en su viaje desde Transilvania hasta Londres en una serie de aires turbadores, pero que no ha funcionado ni remotamente como se esperaba.
Tres episodios de 90 minutos que no convencen, al menos al gran público. Y es que Drácula es uno de esos curiosos proyectos que consiguen poner a la crítica a sus pies, pero que no terminan de conectar con los espectadores. Realmente estamos ante una ficción sensacional, pero se entiende perfectamente que los usuarios de Netflix no hayan acabado de dejarse atrapar por una propuesta que pone todo patas arriba en muchos momentos.
No es raro pasar miedo en una miniserie de Drácula, pero lo que puede resultar chocante es su apuesta por el humor en algunos pasajes. Y es que los tres capítulos caminan por la cuerda floja, tambaleándose entre la oscuridad más absoluta y una mordacidad inesperada. El choque que genera es evidente, lo que ha terminado por alejar a muchos potenciales espectadores. Sin embargo, puede que estemos ante una de las adaptaciones del personaje de Bram Stoker más audaces jamás filmadas.
El primer episodio es excelente, el segundo, bueno y el tercero un total despropósito… El cambio de época no le sienta bien y arruina la atmósfera conseguida al principio.. loejor de la serie es la Hermana Agatha