El cierre de la gloriosa primera trilogía intergaláctica llegaba en 1983 con Star Wars: El Retorno del Jedi. Una cinta que servía, entre otras cosas, para despedir a uno de los grandes iconos de la historia del cine: Darth Vader.
Para ir a Tatooine y liberar a Han Solo, Luke Skywalker y la princesa Leia deben infiltrarse en la peligrosa guarida de Jabba the Hutt, el gángster más temido de la galaxia. Una vez reunidos, el equipo recluta a tribus de Ewoks para combatir a las fuerzas imperiales en los bosques de la luna de Endor. Mientras tanto, el Emperador y Darth Vader conspiran para atraer a Luke al lado oscuro, pero el joven está decidido a reavivar el espíritu del Jedi en su padre. La guerra civil galáctica termina con un último enfrentamiento entre las fuerzas rebeldes unificadas y una segunda Estrella de la Muerte, indefensa e incompleta, en una batalla que decidirá el destino de la galaxia.
La metedura de pata del joven Anakin Skywalker le salía muy cara a la galaxia. Años después, Luke Skywalker se encontraba cara a cara con el emperador en un momento crucial para acabar con la dictadura del terror del Imperio. En ese momento, ante el sufrimiento de su hijo, el malvado Vader encontraba en su interior un resquicio del gran Jedi que un buen día fue, de manera que se enfrentaba al emperador para salvar la vida de su hijo, aún a costa de la suya. Enorme final para un personaje glorioso.