No podemos decir que fuese una trilogía demasiado satisfactoria. El agravio comparativo con El Señor de los Anillos y el desacertado intento de estirar el chicle más de la cuenta provocaban que las tres películas de El Hobbit dejasen al gran público un poco frío. Cierto es que todas funcionaron bien en taquilla, pero esperábamos mucho más.
Eso sí, lo cortés no quita lo valiente. Uno detalles que funcionó a la perfección en las películas de Peter Jackson fue su protagonista. Martin Freeman hacía un sensacional trabajo como el famosísimo Bilbo Bolson, hasta el punto de todos los fans de la novela se encontraban en pantalla al hobbit tal y como siempre lo habían imaginado. Los incautos no sabían lo cerca que estuvieron de enfrentarse a una elección que, como mínimo, habría resultado francamente arriesgada.
Entre los nombres que se barajaban para convertirse en Bilbo, el de Shia Labeouf era uno de los grandes favoritos. La lista era amplia, pero el actor de Transformers llegaba a estar seriamente considerado para un papel que, afortunadamente, terminaba en manos de Martin Freeman. Y es que nos cuesta un poco ver imaginar Shia LaBeouf correteando por la Tierra Media.