Oscars, premios, grandes recaudaciones… Nada de eso nos importa. Los últimos años de la industria serán recordados por la trilogía de “Batman”, “Avatar, “Birdman”, las películas de Clint Eastwood, las de Quentin Tarantino y un largo etcétera de sensacionales trabajos. Ya sabemos que todas esas cintas son geniales, pero nuestra atención se centra hoy en una película que no alcanzó la repercusión que su sensacional propuesta habría merecido. Hoy hablamos de Prisoners.
Si un director nos ha asombrado con su arrollador talento estos últimos años, ese es Denis Villeneuve. Pese a llevar varios años demostrando su capacidad, el canadiense nos dejaba de piedra ante la inmensidad de esa obra llamada Incendies (2010). A nadie le sorprendió que su inmediato salto a Hollywood fuese un trabajo tan hipnótico y perturbador como la sensacional Prisoners. Con un glorioso reparto comandado por Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal, el filme nos adentraba en una oscura historia sin ningún tipo de concesiones a la galería. El thriller se convertía en una de las propuestas más brutales de los últimos tiempos y Villeneuve, en un auténtico maestro del la creación de atmósferas embriagadoras.
Sorprende que, a día de hoy, Prisoners haya pasado a la lista de películas irrelevantes para el público. Esta obra cumbre de la narrativa moderna debería ser estudiada en las escuelas de cine. Y es que su construcción de personajes y de clima trasciendo lo humano y lo divino. Lástima que medio mundo no empezase a rendirse a los pies de Villeneuve hasta Sicario, La llegada o Blade Runner 2049…
¿Qué nos cuenta Prisoners? Keller Dover se enfrenta a la peor de las pesadillas: Anna, su hija de seis años, ha desaparecido con su amiga Joy y, a medida que pasa el tiempo, el pánico lo va dominando. Desesperado, decide ocuparse personalmente del asunto. Pero, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar para averiguar el paradero de su hija?