Nunca la producción televisiva nacional había llegado tan alto. Desde que La casa de papel se plantase en Netflix tras un periplo de moderado éxito en Antena 3, la bola de nieve no ha hecho más que crecer. A tal altura llegó el atraco del Profesor y los suyos, que la ficción se convertía en la más segunda más vista de Netflix alrededor de todo el mundo.
Así las cosas, la plataforma de streaming decidía apostar fuerte por nuevas temporadas y un asalto al Banco de España que prometía doblar el nivel de espectacularidad. Cierto es que se ha conseguido y que La casa de papel sigue funcionando, pero los síntomas de desgaste que empezábamos a detectar en muchos momentos de la tercera temporada se han agudizado en la cuarta tanda de episodios. Como era de esperar, la serie pierde punch.
Ya no es tan adictiva y las maniobras narrativas que tan bien funcionaban en su primera etapa han empezado a tornarse en inverosímiles. La casa de papel se enfrenta a un enorme reto de cara a una temporada cinco que no tardará en llegar. Si no se empieza a remontar, la serie corre el riesgo de perder a muchos de sus seguidores para siempre. Veremos.