Se ha convertido en uno de los campos de batalla más inesperados. Con medio mundo levantado contra el racismo tras la muerte de George Floyd a consecuencia de un salvaje acto de brutalidad policial, Lo que el viento se llevó ha pasado a estar en el ojo del huracán. Una de las cintas más brillantes de la historia del cine empezaba a llevarse palos inmediatamente después de que John Ridley, responsable del guión de Doce años de esclavitud, publicase una columna en Los Ángeles Times lanzando duras acusaciones de racismo contra el filme de Victor Fleming. Tal era la tormenta de críticas que HBO Max decidía eliminar el filme de su parrilla.
Entre 1934 y 1967, el Código Hays marcaba lo que se podía mostrar en una película americana. Hablando en plata, era un sistema de censura, lo que en el caso de España también vivimos con un formato diferente en tiempos de dictadura. Al sentarnos a hablar de estos asuntos parece indecente pensar que un día existió la figura del censor. Se superó, pero existió. Afortunadamente hoy caminamos por terrenos mucho más agradables en lo que a libertad se refiere, a pesar de unos cuantos asuntos de singular trascendencia que todavía se deben pulir. El racismo es uno de los más graves.
Son muchas las personas e incontables los lugares en los que siguen arraigados pensamientos inaceptables. En pleno siglo XXI, ser de un color u otro todavía no es irrelevante. Grave. Así, la bandera de la lucha contra el racismo debe hondear en las manos de todos nosotros. Pocas veces un movimiento ha sido tan lícito y necesario. Pero hay peligros. Y el principal de todos ellos es caer en lo ridículo.
Lo que el viento se llevó es una película excelsa. Eso sí, un filme de 1939 en el que, como en muchas películas de la época, los personajes negros eran tratados de una forma que hoy nos puede chirriar en algunos aspectos. Ese mismo año, Raymond Chandler publicaba El sueño eterno. Uno de los mejores novelistas de la historia nos presentaba un libro de poder inapelable. El detective Philip Marlowe, protagonista de la obra, era machista y homófobo. Eso no impide que se trate de uno de los mejores libros jamás escritos.
Observar la historia desde detrás de las gafas del presente es un error grave. Si adoptamos esa perspectiva, entre las figuras más respetadas del arte, la sociedad o la política de otros tiempos encontraremos a racistas, machistas, homófobos, maltratadores de animales y contaminadores del medio ambiente. Eso y muchas otras cosas. Sería un error rescatar el Código Hays y cambiarlo por el Código de lo Políticamente Correcto. La retroactividad de las leyes no existe, y menos con la historia. Así, lo adecuado es que la lucha contra el racismo sea en todos los terrenos, pero nunca en el del absurdo.