Ya el título no prometía mucho, pero estaban empeñados en convencernos de que se venía una serie de altura. Hace semanas, Netflix daba la bienvenida a La monja guerrera. El estreno de la serie era anunciado a bombo y platillo, con la firme intención de lograr un nuevo fenómeno de esos que tan bien germinan en la plataforma de streaming. Sin embargo, lo que nos hemos encontrado queda bien lejos de ser una maravilla.
Una joven huérfana despierta en una morgue y descubre que una secta secreta de monjas cazademonios le ha conferido superpoderes. Con ese argumento se plantaba en nuestras vidas La monja guerrera. De alguna forma, todo invitaba a pensar que estábamos ante una gamberrada con amplio margen para sorprendernos, y lo cierto es que esa era la intención. El problema es que esta mezcla entre fantasía y acción es demasiado irregular como para ofrecer una experiencia satisfactoria.
Efectivamente, La monja guerrera tiene su cosa en algunos pasajes de la historia e incluso llega a ser divertida por momentos, pero cuando se intenta poner seria todo el castillo de naipes se desmorona. De igual modo, todo intento por ser estéticamente arrolladora se salda con enormes patinazos, ya que se vuelve realmente cansina de ver.
De alguna forma, queda la sensación de que La monja guerrera pudo molar mucho y se quedó en un experimento fallido de Netflix. Lástima.