Nunca hemos ocultado que es nuestra serie favorita. Desde que viese la luz la primera temporada, estamos rendidos a The Boys. Esta auténtica gamberrada televisiva pone patas arriba nuestra concepción de los superhéroes y de lo que representan. Aquí no queda títere con cabeza en la deconstrucción absoluta del género. Nadie teme pasarse de la raya en una ficción violenta, con desnudos, palabras mal sonantes y unas dosis de comedia negra anormales. Para colmo, la cuidada puesta en escena solo puede compararse en brillantez con el sensacional trabajo de construcción de sus personajes.
Pues bien, si la primera temporada ya nos tenía locos, esta segunda es para quitarse el sombrero. Cuando parecía imposible, resulta que la serie ha mutado para mejor. Todos los personajes están mejor trabajados que en la anterior tanda de episodios, provocando un torbellino de fortalezas y debilidades que no puede menos que disfrutarse. Lejos de apostar por una continuidad conservadora de la ya exitosa primera temporada, en The Boys salen a darle una docena de vueltas de tuerca a la cosa. Aquí nadie se conforma, duplicando mordacidad, y violencia.
¿Se puede ser sutil y una animalada al mismo tiempo? ¿Es posible mantener el factor sorpresa cuando ya has demostrado que cualquier cosa puede ocurrir en cualquier momento? La respuesta a ambas preguntas es un rotundo “sí”. Por eso y por mil razones más, la segunda temporada de The Boys es una puñetera maravilla.