Nunca nos cansaremos de ella. En la costa de un pequeño pueblo del Este de los Estados Unidos, un enorme tiburón ataca a varias personas. Por temor a los nefastos efectos que este hecho podría tener sobre el negocio turístico, el alcalde se niega a cerrar las playas y a difundir la noticia. Pero un nuevo ataque del tiburón termina con la vida de un bañista. Cuando el terror se apodera de todos, un veterano cazador de tiburones, un oceanógrafo y el jefe de la policía local se unen para capturar al escualo.
La década de los setenta pasará a la historia, entre otras cosas, por traernos el final de The Beatles, el atentado de Munich o el final de la dictadura en nuestro país. Hechos relevantes para una década convulsa que nos regalaría del mismo modo a una de las mejores generaciones de directores que se pueda encontrar en la historia del cine. Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Brian de Palma, George Lucas y Steven Spielberg transformaron el mundo del cine, cada uno a su manera pero con un estilo impetuoso y arrebatador que jamás hemos vuelto a encontrar desde entonces. Mientras Coppola y Scorsese se destacaban como individuos de talento desmedido con distintas visiones de la delincuencia en U.S.A. (El Padrino o Taxi Driver son dos de las mejores obras de la historia del cine), Brian de Palma despuntaba con un estilo plagado de referencias, desarrollado a base de su amplio conocimiento cinematográfico. Con Carrie se hacía un hueco en el género “terror”. Mientras tanto George Lucas se hacía con las taquillas de todo el mundo con su Star Wars. Y en medio de todos ellos, un jovencísimo Steven Spielberg que mezclaba las virtudes de todos ellos. Probablemente no tuviese el talento de Coppola o Scorsese, ni los amplios conocimientos fílmicos de De Palma, pero su inteligencia no tenía comparación. Tras algunos ejercicios fílmicos francamente interesantes (grande El diablo sobre ruedas), el bueno de Spielberg marcaba un antes y un después en la historia del cine Tiburón, Una joya del terror y del cine en todas sus dimensiones.
Paso al maestro. El primer blockbuster de la historia del cine llegaba a nuestras pantallas en 1975 de la mano del inmenso Steven Spielberg. El director firmaba con Tiburón una de las películas más emblemáticas de la historia del cine. Y es que Roy Scheider, Robert Shaw y Richard Dreyfuss se llevaban un auténtico sofocón tratando de dar caza al temible escualo.
En Tiburón todo fluye con una facilidad extrema. A primera vista podría parecer que esto no tiene mérito, pero no se equivoquen. Para alguien que se sienta detrás de las cámaras no hay nada más complicado que lograr esa fluidez. Cuando consigues pegar a su butaca al espectador durante más de dos horas es que eres bueno. Más bien muy bueno. Steven Spielberg es un hombre con infinidad de seguidores, pero con no pocos detractores. En cualquier caso resulta evidente que no hay ningún director con tal habilidad en el manejo de recursos narrativos. Las emociones, si las muestra Spielberg, siempre son más intensas. Es un auténtico maestro del oficio. La cámara siempre está en el lugar adecuado cuando de Spielberg depende la decisión. Con Tiburón logra colocar al espectador con los pies en el agua, a merced de un escualo gigante, dando una nueva dimensión al término “pánico”.
Pasarán mil años y seguiremos disfrutando siempre de Tiburón como el primer día. Películas así pasan una vez cada mucho tiempo.