El gran cine puede venir a veces en píldoras pequeñitas. No hace falta dejarse decenas de millones de dólares en la empresa o apostar por argumentos megalómanos. El cine es cine con mucho y poco dinero. Si hay una buena historia, personajes interesantes y actores de nivel, raro es que no acabemos disfrutando a lo grande. El dios de las pequeñas cosas juega en el mundo del cine y nos ofrece obras como Martha Marcy May Marlene.
Atormentada por ciertos hechos y dominada por una creciente ansiedad, la joven Martha abandona una secta y se va a vivir con su hermana Lucy y con Ted, el marido de ésta. Intenta adaptarse al estilo de vida de la clase media-alta, pero acosada por constantes pesadillas, no le resulta nada fácil. Mientras asume su soledad, la paranoia y los recuerdos comienzan a resquebrajar su existencia. Sencillo, pero también intenso a niveles inabarcables.
Con este argumento, Elizabeth Olsen lograba dignificar un apellido devaluado en el mundo del cine. La fama de sus hermanas poco tenía que ver con el talento de una mujer que, allá por el año 2011, asumía el peso de una película perturbadora a niveles poca veces vistos. La ópera prima de Sean Durkin resultaba un ejercicio cinematográfico memorable, el el que una sensación de dolor y peligro van haciendo presa de nuestro cuerpo. Algo insano se va clavando entre actores tan brillantes como Hugh Dancy, John Hawkes, Sarah Poulson y la propia Elizabeth Olsen.
Entre las pequeñas maravillas de los últimos años, Martha Marcy May Marlene ocupa un lugar de auténtico honor. Imprescindible.