Ni la carrera del más grande puede sobrevivir a semejante desastre. Efectivamente, estamos acostumbrados a ver como un mal proyecto puede llevarse por delante la carrera del más pintado. La historia del cine nos ha enseñado en muchas ocasiones que se puede quedar marcado por una película fallida. Eso sí, cuando el descalabro es de de las proporciones de Dragonball Evolution, salvarse es ya un milagro.
Era el chico llamado a protagonizar inmensos proyectos durante décadas. Justin Chatwin lo tenía todo. El joven había saltado a la fama dando vida al hijo de Tom Cruise en La guerra de los mundos (Steven Spielberg). Su teléfono no dejaba de sonar con filmes como Lo invisible o Middle of Nowhere, pero la aventura que arrancaba en 2005 acabaría prematuramente y de la forma más inesperada.
La oferta era impresionante: Convertirse en el Goku de la adaptación cinematográfica de Dragonball. Su perfil no parecía ser el más adecuado, pero la cosa prometía.
Después de que generaciones y generaciones de niños del mundo (y no tan niños) creciésemos con las aventuras de Goku y compañía, el director James Wong nos prometía la adaptación cinematográfica que tanto tiempo llevábamos esperando. Hablar de ridícula adaptación sería injusto, dado que cualquier parecido con los dibujos de Toriyama era mera coincidencia. Justin Chatwin quedaba sentenciado para los restos por unos fans furibundos.
Ha pasado más de una década desde aquel 2009 de Dragonball Evolution. Un tiempo plagado de oscuridad para un actor que solo vivió momentos de felicidad con Doctor Who. A sus 37 años, el chico que iba para estrella es hoy un actor de proyectos menores y que todavía se lamenta de lo que pudo haber sido.