Pues aquí acaba la historia. El 2020 siempre será recordado, dentro de la industria, como el peor año de la historia del cine. La pandemia de coronavirus arrasaba con múltiples parcelas de nuestras vidas y el audiovisual no era una excepción. Así, gran parte de las esperanzas del año estaban depositadas en Wonder Woman 1984, uno de los pocos blockbusters que se presentaba en sociedad y nuestra última esperanza. Poco podíamos imaginar la chufa que se nos venía encima.
El pobre a niveles inimaginables. Wonder Woman 1984 pierde el pulso por completo. A pesar de venir precedida por unas valoraciones realmente entusiastas, perece que todo obedecía más bien a los deseos de encontrarse de nuevo con un entretenimiento de gran nivel. Desgraciadamente, Wonder Woman no lo es. La cinta luce uno de los guiones más blanditos del cine de superhéroes de los últimos años. La energía de Diana se diluye en todo momento, salvo en una primera media hora esperanzadora. A partir de ahí, caída libre.
De luchar contra los nazis a enfrentarse a un señor que se ríe mucho, muy alto y muy forzado. Para colmo, los diálogos de la película rozan (por ser generosos) el ridículo demasiadas veces. No hay capacidad para la emoción con un personaje infalible hasta el momento, pero que se ve lastrado por una historia inaceptable.
El problema no es que Wonder Woman 1984 pretenda ser blanca o familiar. Tampoco su apuesta por el entretenimiento más puro. Lo que resulta difícil de encajar es el ridículo y la cinta lo roza. Para colmo, cada vez cuela menos el aparente feminismo de una película en la que el interés romántico con Chris Pine se repite sin pudor, perdiendo el punch de la primera película. Wonder Woman 1984 no era la suerproducción que nos merecíamos.