El drama absoluto. Mala, mala, malísima. Uno de los grandes iconos de las viñetas de DC y una actriz tan sensacional como Halle Berry no fueron suficiente para evitar el descalabro de una película que llegaba en aquellos días en los que el nivel y la fama de las películas de superhéroes estaban por los suelos. Lo de Catwoman son palabras mayores.
Patience Philips (Halle Berry) trabaja como diseñadora gráfica para una empresa de cosméticos, dirigida por el despótico George Hedare (Lambert Wilson) y su esposa, la supermodelo Laurel (Sharon Stone). Se entera por casualidad de un terrible secreto sobre un revolucionario producto de belleza que está a punto de ponerse a la venta y es eliminada por unos sicarios. Sin embargo, misteriosamente, vuelve a la vida con unas cualidades y una fuerza extraordinaria. Se convierte entonces en “Catwoman” y prepara su venganza con la ayuda de la enigmática Ophelia Powers (Frances Conroy). Pero su doble vida complica su relación con el apuesto detective Tom Lone (Benjamin Bratt).
Nada funcionaba bien. De hecho, puede que estemos ante una de las peores películas del nuevo milenio. Un pastizal y un repartazo desperdiciados sin miramiento. Lo peor es que se podía vislumbrar la intención de filmar una película con ínfulas de obra maestra, lo que ponía la guinda al ridículo.